La vida de las manos

Una exhibición fotográfica de Dainier Silva

Las manos son, tal vez, nuestra parte más expresiva. Diríamos que, solventadas las funciones prácticas que poseen, se vuelven un poderoso y sincero vehículo de las emociones, miedos y anhelos que, posiblemente, quedarían sepultados de no ser por su propio y peculiar idioma. 

De esto se ha percatado Dainier Silva. Sin embargo, el fotógrafo no se ha detenido allí. Ha hecho de las manos protagonistas de una obra teatral, en la que la poetización del contexto desempeña un importante rol en la transmisión de mensajes fuertes y cargados de un sentido profundamente humano.

Para ello, no ha escatimado las ventajas de la tecnología; sin embargo, en ningún momento podemos asumir que estamos ante una muestra que sucumbe, acrítica, a estas posibilidades. Por el contrario, Dainier ha mezclado sabiamente lo analógico y lo digital, ha experimentado, ha buscado soluciones y ha encontrado el resultado que quería: una serie que bucea en estéticas del pasado y es al mismo tiempo fresca y novedosa. La traducción personal de un símbolo que nos define desde el inicio de los tiempos.

Guillermo Betancourt 

 

El 27 de mayo se realizó en Camaguey,  la exhibición de una serie fotográfica titulada La vida de las manos de Dainier Silva, que buscó recoger una serie de antiguos y modernos símbolos ejecutados con las manos para comunicar mensajes clandestinos. 

Bien decía Aurelio Cassiodoro: «Las manos son muy locuaces, los dedos lenguas…»; también Nandikeshvara, importante teatrólogo de la antigua India, apuntaba: «Porque a donde quiera que vaya la mano, las miradas la siguen, donde van las miradas el pensamiento las sigue, donde va el pensamiento el sentimiento lo sigue…»

Estos símbolos serán extraídos de diferentes contextos culturales como el lenguaje carcelario de señas de los reclusos cubanos, el alfabeto de los sordomudos, el antiguo lenguaje de los indios Cheyenne, las señales secretas utilizadas por los miembros del hampa en París, así como arcaicos tratados de quirología del teatro balinés, construyendo  así, mediante la asociación y relación entre estos diferentes signos culturales, un complejo sistema de resemantización como causa final del mensaje fotográfico.

De ahí que la serie fotográfica La vida de las manos parta de una indagación formal y conceptual de la capacidad discreta, pero ampliamente comunicativa de las manos. Los anteriormente mencionados sistemas de señas mediante las manos servirán de referencia para escenificar posturas a retratar y así concebir la representación fotográfica de mensajes, hasta cierto punto codificados y cualitativamente renovados.

Hablar sin pronunciar palabras o sonidos es uno de los propósitos de la muestra; confirmar que el contexto cubano obliga a comunicar desde el silencio y la clandestinidad, desde el dolor y la represión, así como transmitir información discreta pero poderosa, que a menudo se acompaña del secreto lamento del pueblo por manifestar un deseo de libertad mediante una gestualidad poco conocida, es la intención latente y el tema a desarrollar.

La serie está estructurada por 15 fotografías en blanco y negro. Se emplearon diversas técnicas fotográficas en las sesiones con los modelos, pero es recurrente la fotografía monocromática en clave baja, reduciendo dramáticamente la luz ambiente de la escena para reforzar la idea de dolor, laceración y aislamiento del ser social ante la imposibilidad de comunicar su auténtica subjetividad, aislando dramáticamente las manos fotografiadas del contexto, manos que se convierten en representación y símbolo de lo humanamente reprimido, porque «las manos tienen una historia, una cultura, una belleza particular: se les concede el derecho de tener su propio desarrollo, deseos, sentimientos, caprichos y pasiones propios» (Rainier María Rilke)

Su necesidad e importancia se deben a que, en el contexto sociohistórico de julio de 1961, Fidel Castro pronunció el conocido discurso “Palabra a los intelectuales”, profiriendo la frase lacónica y totalitaria “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”; la que luego se convertiría en estandarte de los organismos creados para monitorizar la política cultural cubana y censurar movimientos, tendencias y creadores de forma despiadada y arbitraria.

Esta política cultural habría de mantenerse por años acallando a aquellos creadores independientes que operaban fuera de las instituciones oficiales, pero vería una cruel actualización a principios de septiembre de 2018, con la entrada en vigor del Decreto Ley No 349, cuya finalidad sería regular, censurar y condenar actividades artísticas y culturales dentro del territorio nacional; acarreando varias manifestaciones a las puertas del Ministerio de Cultura en la Habana, actos que concluirían con numerosas detenciones injustas a jóvenes artistas e intelectuales.

En agosto de 2021, en medio de un contexto social donde la libertad de expresión y la pronunciación democrática escaseaban en cualquier esfera; en la que el descontento social y la miseria conocían cifras astronómicas, el Gobierno cubano, en un intento por reprimir denuncias reales y espontaneas en las redes sociales, puso en vigencia el Decreto Ley 35, con la finalidad de restringir la libertad de expresión online y amenazar la privacidad de los usuarios cubanos; percibiendo la emisión de cualquier criterio o reflexión particular alejada o distinta de los preceptos de la Revolución, como cuestión fiscalmente sancionable por los órganos de Justicia de la República de Cuba; convirtiendo así, el resultado de la sinapsis en acto delictivo, si este careciese de simpatía ante la mirada revolucionaria.

De modo que la serie fotográfica La vida de las manos surge como consecuencia de los actos de censura perpetuados en territorio nacional por parte del estado cubano desde el año 1961 hasta la fecha; y es una muestra en la que cada una de las imágenes habrá de ser una representación alegórica del dolor y el temor que inevitablemente se debe sentir en la Cuba actual por el solo hecho de pensar; es una muestra atravesada por el dolor ante la imposibilidad de comunicar verdades individuales, recoge el símbolo del temor definitivo a la sanción y restricción del pensamiento por parte de un régimen totalitario.