Revistas independientes que hicieron historia

Desde 1987 hasta la fecha hubo al menos 30 revistas independientes en Cuba que sólo fueron publicadas por unos años y ya no tuvieron continuidad, ya sea por falta de recursos, por desintegración del equipo editorial al exiliarse, por persecución a sus editores o directores, u otros motivos como la no innovación para ponerse al día con las herramientas digitales. Algunas de las revistas son de ensayos, literatura, poesía, y otras sobre cuestiones económicas, sociales y políticas de Cuba. Había revistas literarias con un mensaje político, otras contaban con páginas escritas por involucrados en la política disidente del país.

Hubo casos de revistas de las mismas instituciones gubernamentales, creadas con cierta independencia, que lograron existir al menos por un tiempo. Es el caso de la Revista Albur (1987-1992) en el espacio del ISA, dirigida por Iván González Cruz, estudioso de José Lezama Lima, quién luego fundó la Revista Credo (1993-1994) que tuvo tres números. En esta revista colaboró Rafael Almanza con un poema, lo que sumó otra razón más para cerrarla. El ensayista camagüeyano también recuerda cómo la revista Antenas Segunda Época, de literatura, fue arrebatada al grupo que la hacía en 1990.

Antes de que llegara la era blogger, Reinaldo Escobar y otros intelectuales, impulsaron la primera revista digital llamada Revista Consenso (2004-2007). Consenso reunió a artistas, intelectuales y miembros de la sociedad civil, generando un espacio de debate y encuentro de dichos actores. Tenía como lema “ponernos de acuerdo desde la diferencia”, algo que se planteó desde su primer número ser un espacio de reflexión para cuestionar “¿qué país queremos para nosotros y para nuestros hijos? ¿Qué nos toca hacer para lograrlo?”. Fue pensada para ser publicada bimestralmente y en forma digital, y en 2007 comenzó a alojarse en la blogósfera en el portal DesdeCuba.com

Escobar también contribuyó a la Revista Voces, iniciativa de Orlando Luis Pardo Lazo, una de las principales del movimiento cultural y disidente del momento. Se definía como un “Dossier de discursos disímiles, dentro y fuera de Cuba. Una veintena de escritores y una ventana para mirar dentro y fuera de Cuba. Voces de cambio y continuidad, veloces al punto de lo inverosímil”.

Orlando Luis Pardo Lazo recuerda a Lizabel Mónica por la huella que dejó entre las revistas culturales, como fundadora y editora de la Revista DesLiz (2007-2009). Esta publicación buscaba romper la frontera vigente entre Cuba y el resto del mundo, y entre los cubanos que habitan la isla y la diáspora nacional. Mónica pretendía “trascender eso y establecer vínculos con lo que se estaba haciendo en otros lugares, trascender las fronteras disciplinarias, no solo tener literatura sino tener arte, música, cualquier cosa que fuera un esfuerzo cultural y que tuviera un impacto social”.

Mónica también había colaborado con la Revista Cacharros (2003-2005) coordinada por los escritores Rebeca Duarte (seudónimo de Lizabel Mónica) y Jorge Alberto Aguiar Díaz. Cuando Aguiar, fundador de la Revista Cacharros, emigra a España, es Lizabel Mónica quien continúa siendo la editora desde Cuba. Mónica, Pardo y Lía Villares mencionan a Aguiar Díaz y sus participaciones en los talleres y encuentros que organizaba, destacando su forma de fusionar esa vida literaria y artística con el activismo. Esta revista consistía en un archivo word con artículos con una tapa, distribuida por correo electrónico, recuerda Orlando.

Pardo menciona cómo la creación del concepto de la Generación Cero, les permitió crear una biosfera propia para vivir con libertad de expresión. Él publicaría luego en un blog, The Revolution Evening Post (2006-2008) mientras colaboraba también con Revista 33 y ⅓ (2005-2010) en alguno de los 14 números que llegó a publicar su director Raúl Flores. Mónica también menciona a la Generación Cero como un grupo homogéneo, donde todos se conocían, todos trabajaban juntos, “yo estaba haciendo Desliz y estaba colaborando con 33 y ⅓ y las personas de 33 colaboraban con Desliz, The Revolution Evening Post y así. Era básicamente un grupo de gente tratando de hacer cosas donde hubieran motivaciones más o menos personales pero había muchas confluencias”.

Toda esta confluencia se expresaba también, según recuerda Mónica, en reuniones con el grupo de Omni Zona Franca y en su colaboración para recolectar firmas del Proyecto Varela que impulsaba Oswaldo Payá Sardiñas (del que hablaremos más adelante). La artista transdisciplinar no sólo interactuaba con la sociedad civil sino también con los periodistas independientes, y llegó a escribir en Cubanet en los últimos años de la década del noventa.

Otra revista literaria, publicada entre 2006 y 2008, La Caja de la China, dirigida por Lien Carrazana Lau, graduada de la Academia de Bellas Artes ‘San Alejandro’ de La Habana, es también un ejemplo de cómo escritores han colaborado entre ellos en las distintas iniciativas, ya que en este espacio han escrito Lizabel Mónica y Jorge Carpio, con contribución editorial de Jorge Aguiar. Es parte de lo que se llamó Generación Cero.

A su vez, existieron distintas iniciativas fuera de la isla como El Disidente Universal, fundada por Ángel Padilla Piña, su director; Albert Otto Poland Azoy, entre otros exiliados en Puerto Rico, a fines de los ochenta que duró más de 20 años, pero no se dispone de las fechas exactas. Esta revista se imprimía en Puerto Rico y entraba a la isla para su distribución a través de valijas diplomáticas, así como viajes solidarios. El Camagüeyano Libre, revista impulsada por el periodista independiente emigrado en los Estados Unidos, Luis Guerra, es otro ejemplo de iniciativas de revistas que, desde el exilio buscan hacer llegar noticias y artículos de la cultura cubana a sus compatriotas de la isla. Fue dirigida durante cinco años por Eduardo Peláez y por lo que se dispone información ha estado publicando desde los años 2000 pero tampoco se accedió a mayor documentación al respecto de dicha iniciativa.

La Revista Diáspora(s) (1997-2002) es otro reflejo de esa constante dicotomía del cubano que está dentro y fuera de Cuba. Pardo cuenta cómo Rolando Sánchez Mejías y Carlos A. Aguilera, Pedro Marqués de Armas, quienes crearon la Revista y estaban dentro de Cuba imprimían en forma clandestina la revista, y terminaron en la diáspora tras sufrir persecución y ser censurados. En ella se contó con contribuciones de autores como Antonio José Ponte y José Kozer.

La Revista Encuentro de la Cultura Cubana (1996-2009) la fundó en Madrid el escritor Jesús Díaz junto al editor Pío Serrano y Annabelle Rodríguez. Como lo relata Juan Cruz en un artículo para El País, pensaron una revista que juntara la diáspora con la cultura del interior. Fue una revista exitosa en desarmar la narrativa hegemónica del campo intelectual institucionalizado que respondía al relato oficial. Se distribuía en papel por el interior de Cuba, incluso en cárceles. De los colaboradores de esta publicación surgieron iniciativas que incursionaron en los medios digitales como Encuentro en la Red, fundado por Pablo Díaz Espí, director posteriormente de Diario de Cuba, cuyo vice-director, Antonio José Ponte, también lo fue un tiempo de la revista Encuentro.

La Revista Hispano Cubana (1998- 2013), publicada cuatrimestralmente por la Fundación Hispano Cubana, era dirigida por Javier Martínez Corvalán e incluía contenido de política, cultura y arte y tenía como objetivo ser un instrumento para reforzar el vínculo que existe entre los pueblos de España y Cuba, teniendo siempre como punto de referencia la defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos en la isla.

Por su parte, La Rosa Blanca (2008-2010), una revista impulsada por Henry Constantin Ferreiro, precursora de La Hora de Cuba, tenía un estilo más literario que periodístico y contaba también con la contribución del poeta Rafael Almanza. En ese entonces, cuenta Costantin, cuando él aún estudiaba en la Universidad de Santa Clara, con herramientas rudimentarias impulsó un número inicial que incluía a un activista político, Ibri Pérez Vásquez, expulsado de la universidad. Un tiempo después le tocó a él ser expulsado de la casa de estudios, no sólo una vez sino dos, porque luego lo expulsaron del ISA. El cambio de nombre de la primera a la segunda iniciativa se debió a que había otros proyectos en la sociedad civil cubana con el mismo nombre de La Rosa Blanca.

Al menos tres revistas y publicaciones fueron impulsadas por movimientos, partidos y proyectos políticos: la Revista Nacan (2011-2019) desarrollada por el Foro Antitotalitario Unido (FANTU), dirigido por Guillermo “Coco” Fariñas; la iniciativa de Antonio Rodiles, Estado de Sats llegó a publicar al menos una edición de Cuadernos para la Transición (2013); y el Instituto Patmos dirigido por Mario Félix Lleonart, publica los Cuadernos de Pensamiento Plural (2014-2016).

La mayoría de estas revistas que ya dejaron de publicarse, fueron creadas en la era previa a internet, incluso algunas de ellas se publicaban en blogs por su fácil desarrollo y acceso desde Cuba.

Entre las revistas digitales más recientes que no se mantuvieron más de dos años estuvieron Cachivache media (2016-2017), que tenía como lectores destinatarios a “los milenial cubanos que disfruten del triángulo amoroso cultura-tecnología-sociedad”; Notas del Cielo (2016-2017), una iniciativa del Instituto Patmos que al verse su fundador forzado al exilio, dejó de publicarse; y la Revista de la Vagancia en Cuba (2016-2019) impulsada por Santiago Díaz M. con colaboraciones de Julio Llopiz-Casal y Camila Ramírez Lobón, ambos participantes más tarde del diálogo del #27N.

Seguramente hubieron muchas otras iniciativas, como la del boletín que todas las semanas hacía el Grupo Demongeles bajo el nombre de La Otra R, o una revista llamada La Tendedera, que según cuenta Abu Duyanah Tamayo, trataban de sacarla todos los meses, pero a veces no podían, la imprimían ellos mismos y la encuadernaban con presillas.

La Revista Vitral (1994) del Centro Cívico-Religioso de Pinar del Río, nació como iniciativa de laicos de la Iglesia Católica para la promoción de valores y de formación cívica. Como decía en su primer editorial, quería ser un “espacio para la transparencia y la luz multicolor de nuestra cultura y sociedad”. Dagoberto Valdés, su director y editor, tenía desde entonces la vocación de reconstruir el tejido social, apostando por el fortalecimiento de la sociedad civil, generando espacios de diálogo y de reflexión. Lamentablemente chocó, como tantas otras revistas que servían de plataforma para la libre expresión, contra el muro de la censura del régimen comunista. Valdés debió dejar la publicación en el 2007 y posteriormente fundó la Revista Convivencia para seguir con la misma misión.

En esta misma diócesis de Pinar del Río, ya había habido antecedentes de censura y persecución por parte de la Seguridad del Estado, y fue el destino de otra iniciativa de publicación pero con un perfil más literario, como la Revista deLIRAS (1997-1998), cuyo fundador era Ernesto Ortíz, que contó con la colaboración del novelista Héctor García Quintana quien luego fue editor de la Revista La Gaveta.

También en el marco de la Iglesia Católica nace, unos años después, otra revista cultural, Bifronte, “para dialogar, para vehiculizar ideas” en la provincia de Holguín. Fue entre 2005-2006, con la coordinación de Luis Felipe Rojas y Michel Hernández, con el asesoramiento del P. Olbier Hernández. En esta revista adscrita a la Comisión de Medios del Obispado de Holguín, definían que una de sus convicciones era que “la cultura nunca sobrevive a una falsa unanimidad”. Su primer número contó con un texto de Guillermo Cabrera Infante y de Antonio José Ponte, entre otros. La represión y la persecución no se demoraron en llegar, los agentes de la Seguridad del Estado golpearon las puertas de las casas de sus coordinadores hasta que en 2006 tuvieron que dejar de editarla.

La Revista De Cuba (2002), realizada por la sociedad de periodistas “Manuel Marquez Sterling”, miembro de la Red de Reporteros Sin Fronteras, estaba dirigida por Ricardo González Alfonso. En el Consejo Editorial también colaboró Luis Cino, que es uno de los fundadores de Primavera Digital. Allí publicaron no sólo poetas como Jorge Olivera Castillo, y Raúl Rivero, ambos miembros del Grupo de los 75, sino también perfiles más políticos como Martha Beatriz Roque y Vladimiro Roca, Miryam Leiva, Wilfredo Vallin, y Oscar Espinosa Chepe. Según lo especifican en el primer número, la revista “nació bajo dos signos: la libertad y la tolerancia. En un contexto no apto para el pensamiento libre, ni para el respeto ajeno, parecería un milagro, si no fuera una necesidad nacional”.

La Revista Luz Cubana (2003) estuvo liderada por miembros de la disidencia, que fueron víctimas de la oleada represiva de la Primavera Negra en marzo de 2003. En un artículo de Cubanet, Reinaldo Cosano explica que fue “inicialmente concebida como boletín de la Fundación Cubana de Derechos Humanos, que preside el invidente encarcelado Juan Carlos González Leiva; pero el empeño no pudo materializarse por la detención de éste y otros opositores”.

La Revista Voces (2010-2013) se presentaba como un Dossier de discursos disímiles, dentro y fuera de Cuba, en el cual escribieron Dagoberto Valdés, Orlando Luis Pardo, Dimas Castellanos, Yoani Sánchez, Miriam Celaya, Claudia Cadelo, Laritza Diversent, Juan Abreu, Armando de Armas, Lizabel Mónica, Miguel Coyula, Enrique del Risco, Ofelia Acevedo, Rosa María Payá, Rafael Rojas, Mario Félix Lleonart, Aleaga Pesant, Amaury Pacheco, Henry Constantin por solo mencionar algunos nombres, dándole voz a activistas, periodistas, escritores y artistas por igual. No era sólo una publicación, sino un espacio de diálogo en los encuentros que se organizaban para difundir la revista.

Paralelamente se impulsaba Revista Blogger Cubano, dirigida por Armando Añel e Idabell Rosales, de la que salieron números impresos entre 2010 y 2013, los cuáles se mantienen en la blogósfera. La publicación definía que “no sólo aspira a ofrecer material fresco sobre redes y conexiones, sino que propone reportajes, análisis y entrevistas enfocados en los ámbitos del arte y la cultura, el activismo disidente y el esparcimiento”. Contó con colaboraciones fotográficas de Luis Felipe Rojas y Orlando Luis Pardo Lazo, y artículos de Darsi Ferrer, Manuel Cuesta Morúa, Juan Antonio Madrazo, Yoani Sánchez entre otras voces de la disidencia y escritores independientes cubanos.

Una última revista que vale la pena también recordar es Identidades (2012-2017), editada por Juan Antonio Alvarado y patrocinada por la Plataforma de Integración Cubana que aboga por los derechos de afrodescendientes. Allí escribían periodistas, activistas y académicos sobre la integración racial, tales como Juan Antonio Madrazo, Marthadela Tamayo González, Manuel Cuesta Morúa, Jorge Olivera, Leonardo Calvo Cárdenas, y otros temas de interés y contribuían en el diseño artistas como David D Omni. Incluso algunos de sus números fueron publicados en español y en inglés. Porque comparten la temática y al editor, podría considerarse que Identidades es una continuidad de la revista trimestral Islas, publicada durante 10 años entre 2003 y 2012.

En el 2013 surgió la revista alternativa P350, cuya publicación es de ejemplar único, una edición de arte, creado en un espacio de libertad creativa y debe su nombre al papel utilizado reciclado de los sacos de cemento Portland P350. Según un artículo de CubaNet los tres principales gestores del proyecto son el artista plástico Yornel Martínez, el poeta y traductor Omar Pérez y el ilustrador y escritor Amílkar Feria. Martínez cuenta que P350 es un homenaje a estas revistas que ya no están como Albur, El antidiestro, Enema, Naranja dulce y Diáspora(s).