Camila Lobón es una artista visual, miembro del Grupo Ánima, colaboradora del INSTAR, que ha participado de la campaña del No al 349, del 27N y si bien ella no se considera activista como tal, reconoce que por las dinámicas de vida en las que ha participado en Cuba se ha vuelto activista por abogar y defender derechos elementales como oponerse, ser crítico con el estado, asociarse.
MHD: Cuéntame cómo has llegado a donde te encuentras hoy, una artista convertida en activista.
CL: Yo soy artista visual, y en tercer año de la carrera surge el 349. Y ya conocíamos la tradición de censura y represión, al mismo tiempo pasaban los años y las cosas en Cuba fueron más abiertas en este sentido, se abrían galerías independientes, más artistas, y normalizamos un poco la autonomía del artista en su capacidad de autogestión. Nosotros vimos con la 349 la acción del Estado de violar y coaccionar nuestra libertad de expresión, una herramienta legal contra nuestro arte. La bienal 00 ya nos daba otra experiencia de ataques. Cuando creíamos que teníamos más autonomía nos ponen una raya y dicen es hasta aquí.
En ese momento nace el MSI y hacen su protesta en el capitolio. Nosotros ya teníamos en cuenta lo que estaba pasando y estábamos decidiendo qué hacer. Nos reunimos varias organizaciones para enviar cartas rechazando el hecho. Luego conocí a Tania (Bruguera) quien me propuso trabajar en el instituto de activismo Hannah Arendt, el cual ya venía trabajando desde hace tiempo, pero quería ser más estable, y yo acepto. Todo esto me llevó a las circunstancias de crear espacios de debate y discusión sobre el arte, lo que inevitablemente me pone en el ojo del gobierno. Eso automáticamente te lleva al plano del opositor tradicional, creando sobre ti un estigma, además de un proceso de vigilancia, detenciones, acoso a las familias.
A principios de año se llevan preso a Luis Manuel Otero Alcántara bajo varios cargos, teniendo uno de ellos que ver directamente con la obra que hizo sobre la bandera. Y luego del 349 creo que ese fue otro momento en que la comunidad artística decidió plantar cara, porque fue recordar lo que había ocurrido en el pasado. Entonces la generación del internet hizo una campaña y sacaron a Luis. El estado ha creado muchas irregularidades que han quitado la venda a la población sobre las violaciones de nuestros derechos.
Todo eso me llevó a ver la verdad, ser más empática y ver cuál era la realidad, sobre el hecho de revolución y justicia social que es falsa.
Trabajo en el instituto de artivismo, y no me identifico como tal, sino como una persona con responsabilidad cívica y ciudadana que antes las arbitrariedades tiene que actuar. Lo que nosotros o la sociedad cubana podría hacer en un espacio democrático es sorprendente, porque tienes un espacio tan restringido que es difícil generar trabajo sobre ese punto. Para eso tienes que convertirte en una persona que siempre estará ahí plantándote, para poder seguir trabajando.
MHD: Yo te quería preguntar cómo fue tu experiencia al trabajar con Fernando Rojas, justo cuando lo de la carta del NO al 349, que era otro contexto, un periodo de diálogo, pero de revocar ese decreto. Y el otro, del 27N, del abuso y la farsa del servicio sanitario. Se generó un espacio de diálogo que nos sorprendió a todos porque fue producto de la movilización. ¿Cómo viviste ese 27N? Vimos en la madrugada que había pasado, pasando la angustia de los detenidos y desaparecidos, hasta el momento que van al ministerio y los invitan a pasar. ¿Qué es lo que pasó distinto a otras veces?
CL: En realidad lo del 27N fue algo totalmente espontáneo, no fue planificado, sino que fue un movimiento de protesta ciudadana, un terreno completamente desconocido e imposible, porque el mismo no está permitido, porque se vende como tema de seguridad del Estado.
De hecho, el día anterior estuvimos leyendo poesía, pero el 27N un grupo de gente pensábamos irnos frente al Museo de Bellas Artes, sentarnos ahí en una pequeña protesta, y por la noche alguien escribió que había un pequeño grupo de artistas que iban al Ministerio de Cultura.
La mañana siguiente llegamos y en efecto estaba el grupo de artistas, que iban a hablar al ministerio. Lo complicado de este asunto es que todavía hay mucha gente en Cuba que todavía confía, por lo cual es una estrategia visibilizar que esa institución no funciona como tal ni nos representa, porque ellos están para regular y controlar el tema cultural, junto a la contrainteligencia del régimen. Y muchos de los artistas que iban a entrar trabajaban en el Ministerio y querían decirle al ministro que atendiera la situación.
Nosotros llegamos y nos ponemos a hablar de lo que está pasando y lo que ha pasado históricamente con aquellos que contrarían al gobierno. Al final decidimos pararnos en la puerta pidiendo ver al ministro, publicamos esas imágenes y comenzó a llegar gente ajena, pero también gente de la institución. Todo el mundo estaba muy molesto por lo que había pasado en San Isidro, porque se vieron muy vulnerables al gobierno, incluso le quitaron el internet a toda La Habana, por lo que estaban incomunicados. Y a partir de esa presión fue que comenzamos a exigir más entrar al ministerio, y por gremios pedimos que hicieran demandas y con todos esos papeles fue que se redactaron demandas claras por lo que estábamos ahí, que no fue solo lo de San Isidro, sino que se pidió que acabara la presión, censura y vigilancia.
Claro, en ese momento eso creció descomunalmente, al mismo tiempo las emociones eran muy grandes porque era algo extraordinario que ocurra en Cuba, nadie tenía una claridad política de lo que había que hacer, porque en medio de esa dinámica no estás claro que hacer. Todo el día hubo gente de la seguridad del estado, que infiltrados preguntaban y causaban discusiones, intentando siempre provocar situaciones de conflictos. Había unos 50 agentes de la seguridad del estado, mientras llegaban más y más patrullas de respuesta (violencia), fueron unas siete cuadras de carros militares armados, policías y agentes de la seguridad del estado.
Cuando entramos al ministerio no nos dejaron llevar el teléfono. Había gente clara de lo que podía pasar, pero también había gente con esperanza en las instituciones cubanas que esperaban respuestas positivas. Fue difícil ponerse de acuerdo en la narrativa. La seguridad del estado no quería que Tania entrara. La intervención fue prácticamente un monólogo en que se les dijo las exigencias al ministro y la cúpula, bajo la cual se quedaron callados la mayoría del tiempo. Fue un momento muy intenso, salimos descolocados.
El operativo de seguridad crecía a cada momento. Dimos la información de lo que se habló en la reunión, algunos se fueron esperanzados y otros no. Pero nosotros no teníamos totalmente claro qué hacer luego de ese momento. Había gente consciente de la situación y había gente que fue por primera vez a un acto de protesta.
A raíz de eso queda la plataforma del 27N en la que van entrando y saliendo personas artistas, además de los que entraron al ministerio. Hay muchas maneras de ver la realidad cubana, la represión creció mucho más luego de eso con la persecución, el acoso, la vigilancia. La realidad del régimen creció sobre los asistentes al 27N. En ese momento vimos lo difícil de crear un espacio de diálogo.
MHD: Es realmente un desafío el hecho de continuar, cada vez las olas represivas deben ser mayores. Cuando piden la dimisión del ministro, las acciones que tomaron imagino causaron fricciones internas por toda la pluralidad de pensamientos. ¿Ustedes siguen llamando al diálogo con el régimen o prefieren crear por ahora consenso entre ustedes mismos? ¿Más allá de eso, se plantean tener mayor apertura con el cubano de a pie a través de las redes? ¿Qué perspectivas tienen ustedes como grupo? ¿Tienen alguna estrategia a los ataques?
CL: El problema es que cuando se logra hacer algo, aumenta mucho la ola represiva. Todo su aparato de control se basa en represión preventiva, como arrestos domiciliarios, para que no puedan salir de sus casas. Se ha vuelto difícil sobre todo por la campaña de difamación por los medios de comunicación. Te presentan como un delincuente, un mercenario ante el país.
La plataforma del 27N sigue, y se siguen dando discusiones sobre el diálogo, mucha gente no considera bien el dialogar. No es una opción el no dialogar, lo que hay que ver es cómo hacerlo. Claramente el gobierno no va a ceder. Toda esa crítica al diálogo viene con la posición de que no se le puede ceder al régimen, porque en un contexto en que manifestarse es dialogar, porque el gobierno tiene el control sobre todo, enviar divisas es dialogar con el estado. Se trata de generar espacios.
Lo que se ha hablado siempre es poder ir transformando el proceso del diálogo en el que se involucre a la ciudadanía cubana, que pueda darle la cara el estado, porque hay ciudadanía que parte del estado, que los controla, las instituciones, los negocios. Se trata de llevar un proceso de consenso que nos permita lograr que suceda algo en Cuba, que cambie algo en el sistema. De hecho, la primera vez que se habló de diálogo fue cuando estábamos acuartelados en San Isidro, y la gente comenzó a rechazar la palabra. Pero lo contrario al diálogo es que la gente se lance a las calles en un estallido.
* Entrevista realizada en el mes de junio de 2021, previo a las manifestaciones del 11 de julio.