Por Micaela Hierro Dori *

 

Elena Larrinaga de Luis viene de una familia numerosa que siempre ayudó desde el exilio, primero desde los Estados Unidos y luego desde España. Una altruista excepcional, ha participado en la sociedad civil independiente y ha sido representante de la Unión del Pueblo Cubano, y en el año 2008 fundadora de la Federación Española de Asociaciones Cubanas (FECU). 

En 2011 llegaron los 37 ex presos políticos a Madrid, recientemente liberados, a quienes cambiaron la privación de libertad en Cuba por el exilio. Dicho acontecimiento, fue todo un desafío humanitario, de buscar hogar y trabajo para cientos de personas. A su vez, siguió apoyando a la sociedad civil cubana desde el exilio, fue cuando comenzó a impulsar el Observatorio de Derechos Humanos de Cuba. Además, es miembro del Partido Demócrata Cristiano de Cuba y contribuyó a crear la Red Femenina de Cuba (RFC). 

Es una activista de espíritu emprendedor, siempre ideando alternativas para contribuir a la defensa de los derechos humanos en Cuba, convencida de la importancia de trabajar en red y con un espíritu de cooperación, pues además de los proyectos en los cuales formalmente participa, siempre está dispuesta a contribuir con quien solicite ayuda. Ha trabajado y colaborado en tantos proyectos e iniciativas que luchan por la democracia en Cuba que uno pierde ya la cuenta. 

No sólo ha participado en espacios de construcción de consensos, como Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana, y la Mesa de Unidad de Acción Democrática sino que también ha sido fundadora de dos iniciativas que surgieron de la cooperación de actores de distintas organizaciones de la sociedad civil como FECU en el año 2008, con alrededor de 20 organizaciones y RFC en 2018, que consta de 33 integrantes que pertenecen a diferentes organizaciones.

Elena, es una persona de fe, gran intercesora en la Iglesia Católica, fue anfitriona en la reunión entre el Cardenal y los presos políticos y ha llevado la voz de los cubanos junto a Yaxis Cires y Marcelino Miyare del PDC en la audiencia con Benedicto XVI en Castelgandolfo con la IDC. Y como persona de fe, transmite esperanza para los cubanos entre tanta adversidad, transmite la alegría de quien está al servicio de su prójimo, y transmite que siempre hay espacio para generar lazos de concordia y de  solidaridad.

 

Micaela Hierro Dori (MHD): ¿Podrías compartirnos cuándo comenzó tu historia personal de apoyar a la sociedad civil que impulsaba la democratización en Cuba desde el exilio? 

Elena Larrinaga de Luis (ELL): Nuestra familia siempre ha vivido involucrada con el exilio cubano.  Recién salidos del país nos instalamos en Washington. Siempre recuerdo volver del colegio y encontrar personas diferentes que se quedaban en la casa unos días e incluso semanas hasta que se organizaban.  Eran, por lo general, familiares o allegados que necesitaban un apoyo. Después de unos años en Estados Unidos, finalmente mi familia se asentó en Madrid. En 1967 se creó el Centro Cubano de España en Madrid. Mi familia formó parte de este esfuerzo, mi tío Alejandro, hermano pequeño de mi padre, que murió hace unos meses con 100 años, era el último socio fundador que quedaba con vida.

En 2008 llegan los primeros presos de la Primavera Negra a Madrid y fue entonces que decidí ir a Cuba a conocer a la oposición personalmente.  En un primer viaje fui expulsada del aeropuerto en el mismo avión pero a los 20 días, después de algunas gestiones, volví y los pude visitar (Laura Pollán, Vladimiro Roca, Rene González Manzano, Martha Beatriz Roque, Miriam Leyva, Oscar Chepe, Oswaldo Payá y Ofelia Acevedo, Elizardo Sanchez y Carmelo Díaz Fernández y Heriberto Portales). Fue una experiencia muy importante porque nos permitió conocernos, estrechar lazos lo que condujo a una sinergia importante entre el interior del país y el exilio, que luego quedaría muy reforzada con las salidas que se les permitieron posteriormente.

 

MHD: ¿Nos podría compartir un poco sobre sus lecciones aprendidas de activismo por los derechos humanos en Cuba?¿Cuál es el rol del cubano en el exilio y cómo lo valoran los activistas en la isla? 

ELL: Siempre he procurado ser una embajadora del pueblo cubano e intentar que la comunidad internacional tuviera presente la situación de Cuba, en todos los países del mundo en que me he movido. Tuve el honor de acompañar a las Damas de Blanco a recoger su Premio Sajarov y de representarlas en muchos actos.  También formé parte de las personas que pudimos conseguir que se otorgara el Premio Sajarov a Guillermo Fariñas que fue un motivo de gran satisfacción.

La llegada del grupo grande de los presos de la Primavera Negra a Madrid, formado por un grupo de más de 700 personas, me trajo a la memoria aquella década de los 60. Los mismos problemas, desolación, incertidumbre, falta de  medios, desubicación, etc. Muchas noches pensaba «Dios mío, qué vamos a hacer y que va a pasar con todas estas personas» y luego me acordaba de cuántos, tantos años atrás pudieron rehacer sus vidas. Mi aprendizaje en todos estos años ha sido el de comprobar la fuerza del cariño, la grandeza de espíritu, de sobreponerse a la adversidad y hacerlo con fe y alegría.

La constancia y el amor a tu país, y también la obligación de hacer algo por él y por aquellos que no tuvieron la oportunidad, el valor o la visión para entender hacia dónde se encaminaba el país.  Mi conclusión es que todos los cubanos, estemos donde estemos, y ocupemos la posición que ocupemos, somos  víctimas de un sistema que no sólo defraudó sino que engañó a la mayor parte del país. Por ello, pienso que la reconciliación nacional es imprescindible y deseable para todos. Todos los caminos para llegar a la democratización del país son importantes y necesarios,  según las aptitudes y circunstancias de cada cual.  Yo no comparto la idea de que los activistas de derechos humanos o que la oposición en Cuba está desunida.  Estamos todos unidos en el objetivo supremo, sólo que las vías para conseguirlo son diferentes.  Nada que no suceda en el mundo libre.  El rol de los cubanos del exterior es múltiple: ser el altavoz del interior,  poner en evidencia la situación del país, desenmascarar la propaganda oficial, y demostrar que el pueblo cubano es capaz, confiable y que está capacitado para gobernar en democracia y llevar adelante la reconstrucción de la nación.

 

MHD: ¿Consideraría a FECU o a la Red femenina de Cuba como espacios de construcción de consensos? 

ELL: Pertenezco a una familia de siete hermanos, y además estoy posicionada en medio, esto significa que muchas veces fui la bisagra entre mayores y pequeños.  Este fue el principio de mi aprendizaje democrático e inclusivo. Lo pequeño es igual que lo grande.  Mami siempre decía que tuviéramos en cuenta que una gran familia no consistía en una foto. Se construye con  comprensión, generosidad, apoyo, cariño y solidaridad. Todos nosotros pertenecemos a una gran familia que se llama Cuba y así debemos de reconstruir nuestra sociedad. FECU y RFC han sido para mí espacios de construcción, de coordinación, de divulgación y de encuentro de personas.  Es un intento de crear un tejido social sólido. Conservar cada cual sus agendas, su personalidad y su metodología pero compartidas y enriquecidas con el aporte de terceros.

El primer documento que  presentó la FECU en las instituciones europeas se llamó «Cuba, un camino al porvenir». Inspirado por Rául Rivero, fue en un acto organizado por las Fundaciones  Adenauer y  Robert Shumann llamado «Quo Vadis Cuba y constituyó “una oferta a todos lo que desde dentro y fuera de la isla trabajamos por la implantación allí de un sistema democrático pleno” como lo dice el mismo documento. Este documento se lo presentamos en Roma a Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, reunión auspiciada por su primo el Conde de Antamoro también miembro de la Fecu. Estuvimos Ernesto Gutiérrez Tamargo y yo acompañados de Reinaldo Vallina. La respuesta de Monseñor: “la mayor parte de las personas en Cuba suscribirían íntegramente este documento.  Lo único que no sería factible inmediatamente.»

 

MHD: Uno de los éxitos del régimen en controlar a la sociedad es con la instauración del miedo, miedo a ser tildados como contrarrevolucionarios y enemigos del pueblo por el simple hecho de pensar distinto ¿Cómo se acaba con el miedo de la gente?

ELL: El miedo es un sentimiento muy potente y difícil de superar. El primer paso es analizar por qué lo tienes, si el origen es real o ficticio.  En el caso cubano es real.  La única manera de superarlo es con el apoyo y la compresión de los demás.  Que te respalden, te den ánimos y que no te juzguen por tus temores que puedan parecer exagerados, que te incapacitan  y que muchas veces te paralizan e incluso te hacen parecer cobarde. Comprensión, apoyo, cariño y solidaridad.

 

MHD: Con la frase de Fidel Castro “No nos pertenecemos a nosotros mismos, le pertenecemos a la Patria” pronunciada en 1960 el régimen niega el hecho mismo de ser persona, los derechos fundamentales, pues ya todos los derechos son del colectivo, y de quienes ostentan el poder para decidir quién es el pueblo. Si en los mismos discursos de Fidel se encuentran las incoherencias y contradicciones que demuestran que la revolución no busca el bien de los cubanos que no corresponde al pensamiento humanista sino una burda manipulación del discurso para instaurar un régimen de terror ¿Por qué hay tantos cubanos aún fidelistas convencidos? ¿Tan importante es la propaganda cubana? ¿Por qué crees que  los cubanos eligen el mito y no le hacen frente a la realidad?

ELL: Esta frase de Fidel de 1960 fue el comienzo de la discriminación, la represión y la aberración intelectual de imponer una ideología única.  A raíz de esta frase se tomó a la revolución como fuente de derecho y el Partido Comunista de Cuba quedó reconocido constitucionalmente como el organismo supremo rector de la nación. 

La nacionalización de la educación ha sido el arma más poderosa utilizada por Fidel.  No sólo nacionalizó la educación, es decir, sus contenidos, sino también la manera de impartirlos.  El desmembramiento de la familia tradicional, separando a través de las escuelas del campo a los niños de sus hogares, tuvo el objetivo de convertir a la Revolución en el único referente sólido. El adoctrinamiento intencionado,  temprano y continuado, unido a la falta de información del exterior, ha dejado a una población sin referentes ni capacidad de análisis. La falta de «autonomía» intelectual y económica, unida a la brutal represión y escarnio público ha bloqueado a muchas personas que no son capaces de pensar por sí mismas. 

Yo creo que a estas alturas son pocos los que están realmente convencidos, influyen otras muchas variables que no se nos escapan.  Desmontar el mito es muy duro pues tienes que afrontar no sólo el fiasco, sino que todo el sacrificio entregado a un proyecto ha sido inútil.  Muchos han entregado vidas y familias por ellos.  Es un final triste. Hay que tener en cuenta que muchos no cuentan con las herramientas necesarias para afrontarlo.

El castrismo nos ha llenado la cabeza de sesgos inconscientes que tenemos que identificar y neutralizar.  La criminalización del «diversionismo ideológico» nos nubla a veces la razón y nos hace aceptar como propias conclusiones y reacciones absurdas, entre ellas el exceso de desconfianza que tanto favorece a la oficialidad.

 * Especialista en fortalecimiento de la sociedad civil, liderazgo e innovación democrática.