Historias de Familias víctimas del 11J. El periodista independiente Manuel D la Cruz, realiza una serie de entrevistas a familiares de presos del 11 de Julio de 2021 (11J) con un acercamiento a sus vidas, y sus sentimientos. Es una invitación a hacer un repaso de sus casos, las violaciones a la que son sometidos y la sobrevivencia entre tanta impunidad y falta de justicia.
En Güines la gente sabe que el 11 de julio Duniesky no le arrebató ningún cartel de las manos a fucionaria de la UJC alguna, y que mucho menos le golpeó con este o cualquier otro propósito. Uno dijera que por suerte hay videos que lo demuestran, pero el juicio realizado el 16 de enero de este año demostró que no hay suerte que logre vencer a un poder totalitario que inmiscuye su determinación en cuaqluier rincón de la vida en Cuba.
-¿Usted se reconoce en este video?- preguntó en aquella ocasión el abogado.
–Si, soy yo– respondió Yaniesky Pérez, la acusadora.
El video, único material multimedial que aprobaron los especialistas de la capital, continuó reproduciéndose. En el instante exacto en que se veía el cartel de Fidel siendo retraído de las manos de Yaniesky, el abogado detuvo la filmación.
-Aquí se ve claramente como la persona que le quita el cartel a usted, es alta y es blanca, y evidentemente mi cliente es de raza negra, y considerablemente más bajito-
Yaniesky rompió en una histeria inorgánica. Se alteró y comenzó a llorar.
-¡Ese video es falso. Ese video está editado!-
-¿Usted está diciendo que este video, el único autorizado por Peritaje de La Habana, por los especialistas en el tema, está editado?-
-¡Ese video es falso. Es un montaje!- continuó repitiendo la histriónica mujer.
La madre de Yaniesky, quien narró haber sido golpeada por una pedrada en las manifestaciones, comparecía en la sala. Fue en contra del testimonio de su propia hija. A pesar de que Yaniesky afirmaba que el acusado le arrebató el cartel y la golpeó, la señora admitió su incapacidad para recordar y corroborar este suceso.
El video mostró a una sala llena de familiares, abogados, militares, testigos, fiscales y jueces, cómo Yaniesky no solo no recibía ningún golpe de esta persona alta y blanca que le retiró el cartel, sino como ella misma arremetía contra ese sujeto con violencia después del incidente, y como terminaban golpeándose en el suelo de la calle.
Los familiares esperaron que la justicia triunfara, pero no solo tuvieron que agarrar aquí esta decepción, sino también la que vino después, con respecto al funcionario del Partido Comunista, Lázaro Vargas.
Lázaro fue el único culpable de que Duniesky llegara a casa aquel 11 de julio con su tabique destrozado, con su rostro lleno de sangre. Hoy Delanis se lamenta no haber fotografiado los daños que sufrió su esposo. Sin embargo la acusación que pesaba sobre Duniesky afirmaba que Vargas había sido abofeteado por él.
En medio del juicio, sorprendentemente, Lázaro reconoció verbalmente haber sido el agresor. «No sé en verdad por qué lo golpeé», fue su declaración final.
Duniesky Ruiz Cañizares, de 32 años de edad, fue sentenciado posteriormente a 8 años de privación de libertad, por los delitos de desacato, atentado y desorden público. Los motivos que sustentaron los cargos fueron precisamente haber agredido a Yaniesky Pérez y Lázaro Vargas, funcionarios de la Unión de Jóvenes Comunistas y Partido Comunista de Cuba, respectivamente.
En el juicio de apelación/casación, realizado poco más de un mes después, la sentencia se resumió finalmente en cinco años de privación de libertad.
Actualmente Duniesky cumple sanción en la Prisión de Quivicán, provincia Artemisa, en donde ha sido disciplinado hasta por ofrecer una ración de pollo frito a un compañero de celda…
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Delanis Álvarez es una mujer imponente y determinada. Es el orgullo de su madre, esposo, e incluso, amigos reclusos de su esposo. No ha callado jamás ante las injusticias policiales, y desde la detención injusta de su esposo, más razones ha tenido para no hacerlo por primera vez.
«En los días anteriores al 11 de julio Güines estaba caliente. Estaba revuelto. Habían muchos apagones, y mi reparto estaba incluso cerrado por covid. Pero se supone que si el barrio estaba cerrado, ellos tenían que traer la comida. Pero no. Estaba todo cerrado y no dejaban salir ni entrar a nadie del reparto para buscar comida. Imagínate, todos los días eran las discusiones con los policías. La gente estaba muy molesta, no tenían comida para darle a sus hijos. Yo también tenía que salir a buscar comida para la niña. Una vez por poco me voy a las manos con un policía»
El 11 de Julio, la calle 8 de Güines fuela primera en llenarse de manifestantes. En el reparto de Yasyagua, los primeros en salir fueron Delanis y su esposo Duniesky, junto a otro miembros de la familia. Enseguida los vecinos del barrio se le unieron. Caminaron todos hasta encontrarse con los manifestantes que venían desde la calle 8, y en este encuentro todos notaron que práticamente la ciudad de Güines había tomado las calles.
La protesta fue pacífica en su mayoría. Los manifestantes gritaban consignas y caminaban lentamente, haciendo paradas en las instituciones del gobierno, y luego en la estación de policía del municipio. Luego de las cuatro de la tarde, cuando muchos vecinos ya habían vuelto a sus hogares, como es el caso de Duniesky y su esposa Delanis, se dieron incidentes un tanto más violentos alrededor del centro comercial Panorama, una de las tiendas en moneda libremente convertible del municipio.
Delanis afirma que la primera piedra hacia dicha tienda fue lanzada precisamente por un oficial de la seguridad del estado, buscando un motivo para culpar a los manifestantes y luego violentarlos. De la misma forma trasmite el testimonio de Duniesky.
«Llegó a la casa con el tabique roto y la cara llena de sangre. Le pregunté de que había sido aquello y me dijjo que de la nada había venido ese hombre y le había metido el piñazo.»
Duniesky ni siquiera recuerda haber visto el incidente del cartel arrebatado, como mucho menos recuerda la cara de su principal acusadora. Él llegó a casa en la tarde del 11, con el fin de recuperarse del puñetazo recibido.
Pero algo dinamitó especialmente sobre él el odio de las autoridades. En un video filmado por un manifestante, se vió claramente como golpeaban a Duniesky. Acto seguido, adolorido y con el rostro entintado, Duniesky miraba al lente del móvil que grababa, y se mostraba él mismo como evidencia de la represión. «Miren lo que hacen los comunistas. Nosotros estábamos caminando tranquilamente y miren lo que me hicieron los comunistas», repetía enérgicamente ante el celular.
Duniesky Ruiz se convirtió en una evidencia imborrable de la represión gubernamental a las protestas, un trofeo de la violencia que el mismo Presidente de la República había ordenado ejecutar, y que luego quizo apañar. Duniesky se convirtió en una boca que debía ser cerrada.
Delanis sabe que por esta razón su esposo fue depósito de un caso creado y un juicio amañado grotescamente. Sabe que una vez él fue encerrado, no le quedaría más remedio a ella que convertirse en vocera de tamaña injusticia. Sabe ahora también que se ha convertido en una boca que la seguridad del estado desea tapar.
En cualquier momento del día, incluso de la noche o la madrugada, un número desconocido le acosa y le envía mensajes de vigilancia o de alguna citación a la PNR. Ella registra este número y usa la red social de facebook para denunciar este acoso. Ha sido citada en numerosas ocasiones, amenazada y coaccionada.
Le han dicho que mientras más proteste en las redes sociales, mayores serán las consecuencias para su esposo. Le han hecho dudar actualmente si la negativa en prisión para otorgarle a Duniesky campamento, modalidad de sanción para presos condenados a menos de 5 años que consiste en un encierro menos formal, con formas de trabajo adicional y con pases esporádicos a casa, ha sido precisamente por su activismo y constantes denuncias.
Pero Delanis sabe que no debe callar, y no tiene temor al no hacerlo. El pasado 1ro de agosto se reunió junto a otros familiares de presos políticos en La Catedral de La Habana para pedir pacíficamente por la libertad de los presos políticos del 11J. La protesta fue sofocada por agentes de la policía y la seguridad del estado, y Delanis, junto a demás familiares, pasó varias horas en los calabozos de la estación policial de Cuba y Chacón, y fue multada con siete mil pesos cubanos.
«Si mi esposo hubiese sido detenido por algo malo, por algún delito, yo lo hubiera asumido y ya. Pero todo fue una injusticia y yo no puedo callarme.»
Duniesky Ruiz Cañizares fue detenido exactamente un mes después de las protestas. Más de un mes tuvo que esperar Delanis para poder verle por primera vez, rodando de estación policial en estación, recibiendo todo tipo de despistes y burocracias, hasta finalmente dar con su paradero en la Prisión de San José de Las Lajas, provincia Mayabeque.
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Duniesky fue recibido en la estación de policía de su municipìo con una fuerte golpiza. A los días fue trasladado a la Prisión de San José, donde le dieron el mismo cálido recibimiento. De pie, esposados, recibían de un oficial cualquiera una fuerte patada que los lanzaba al piso, y allí, les golpeaban hasta desmayarlos. El Jefe de la Prisión de Melena del Sur, el Fiscal Yerandi, el miso que atendió su caso, y otros jefes de policías, fueron testigos y en muchos casos, dirigentes y ejecutores, de estos procederes.
A los tirapiedras, como les llaman a los presos del 11J en casi todas las prisiones del país, les dan un trato diferente, y no por mejor. En la rpisión de Melena sucede lo mismo. Mientras que a los hermanos Jorge y Nadir Perdomo, de San José intentaron introducirle un objeto punzante en sus ropas de presos, para luego incriminarles, a Duniesky le envían reos con el objetivo de que se inmiscuya en alguna reyerta. «Nos mandaron a darte golpes pero nosotros no vamos a caer en nada de eso», es el testimonio que ha oído Duniesky de algunos compañeros de celda.
En cierta ocasión Duniesky quiso compartir con uno de los presos un poco de la comida que Delanis le había traído en la visita. Sacó unas porciones de pollo frito por los balaustres de su celda, para que su compañero del piso de arriba, mediante una equipación rústica compuesta por sábanas en sustitución de sogas, y fundas de almohada en sustitución de bolsas, obtuviese el regalo. Duniesky embolsó el insumo en la jaba improvisada, avisó discretamente y su compañero haló hasta recepcionar la comida y adentrarla a la celda.
La indisciplina no fue bien vista, en una institución en donde la alimentación se ha hecho más precaria después del paso de la pandemia por la isla, y donde los presos adelgazan notable y peligrosamente.
Duniesky ha narrado a Delanis toda la presión psicológica y violencia física de la que ha sido derrotero. En la Prisión de San José le ataron las manos y los pies a unas vigas de hierro, extendidos hasta el dolor, y así fue golpeado y vituperado de muchas formas. Querían saber si existió incitación alguna desde el exterior del país para salir a manifestarse. Querían saber si existía pago alguno por la protesta.
Querían tanto oirlo, que en verdad solo deseaban era que Duniesky, cansado y adolorido, chantajeado con su liberación, confesara aquella narrativa. «Te meas y te cagas ahí», fue el consejo que escuchó en aquellas terribles 24 horas que pasó encarnando al hombre de Vitruvio. «Si uno de ustedes se muere aquí, nosotros vamos a decir que fue por el covid y no va a pasar nada», fue la única cosa segura a la que Duniesky tuvo acceso en aquellos días de agosto del 2021.
La jornada de año y medio a la que se han tenido que someter los familiares de Duniesky no ha sido menos dolorosa. Lázaro Yoan, hermano menor de Duniesky, llora su ausencia. Víctima de una parálisis cerebral que lo tiene en una silla de ruedas, y que lo imposibilitó de acceder a estudio alguno, se para delante del Obbatalá de su madre María Elena y le ofrece la promesa de un tambor si libera a su hermano.
María Elena por su parte sufre en silencio el encierro, y lo recrea ella misma en su conducta familiar y entorno social.
Delanis lucha, llora, se seca las lágrimas y sigue luchando. «No te voy a decir que no lo hagas porque si afuera no me hacías caso, menos me vas a hacer ahora», le ha dicho Duniesky, conocedor pleno del temple de la mujer que ama desde aquel lejano 2006.
Pero hay una pequeña en casa que ha sido golpeada por este mal azar de una forma peculiar. Sinaled, de diez años, siempre fue una niña tranquila y reservada. Aprecia que Delanis adorne la pared con las pinturas que le envía el papá, a ella y a su mami, desde la prisión; grafitos realizados por algunos presos, por el salario de una caja de cigarros. En estas pinturas, los mensajes que ha dictado Duniesky, resaltan tanto como el dolor en los ojos de su hija y su esposa.
Mientras Delanis grita en las redes, su hija ha asumido el silencio, psicológicamente hablando. Los psicólogos le llaman a este fenómeno mutismo selectivo. El niño o la niña en estos casos, asume el silencio ante la mayor cantidad de circunstancias y contextos posibles.
Silenad está siendo atendida por psicólogos y psiquiatras, mientras que la madre y la abuela materna tratan de que todo el cariño que tienen por ella le sea la terapia más efectiva. Han aprendido a entenderla, a entender el estrés postraumático que sufre, y el proceso por el que está pasando. La ha tenido que entender también en prisión Duniesky.
En las visitas, Silenad tampoco le habla al papá. Asiente o niega con la cabeza, y reduce sus expresiones faciales, sus muestras de emoción, a un grado indetectable. Se sienta en los pies de papi, y con su sola presencia, ella le hace entender cuanto lo quiere, pero ni aún así le habla.
En casa no quiere jugar con las amiguitas con las que jugaba antes. En la escuela resulta ser una niña ejemplar, más aún en timidez y disciplina. Le hace notas de papel a su mami, y así se comunica la mayor parte del día. «Préstame el teléfono para jugar», «Dame un cariño fuerte», son algunos de los post it que recibe diariamente Dalenis.
La psiquiatra recientemente ha logrado sacarle una sonrisa, pero esto es un logro esporádico que en realidad no está inidcando mucha mejoría. Mucho más fácil que sacarle una sonrisa, es verla llorar, más aún los días de visita a la prisión, en los cuales un leve roce, un golpe desestimable, puede abrir una fuente de tristeza en Silenad. Si en una tarde posterior a la visita, mientras la abuela baña a Silenad, deja caer accidentalmente jabón o shampoo en los ojos de la niña, puede dar por cierto que su nieta estará llorando por buen tiempo.
La susceptibilidad se hermana con la pequeña en estos días, y el dolor por la ausencia de su padre busca una causa falsa por donde salir a pasear sin ser reconocida.
La justicia calló en enero de 2022 sobre esta familia emprendedora de Güines. Precisamente por eso Dalenis ha emplazado al silencio, a la tristeza, y grita con fuerza cada violación y cada atropello.
Desde prisión, Duniesky espera que la justicia despierte un día, mientras que Dalenis azuza al destino, a la suerte y al propio gobierno. Espera Duniesky también que un día no muy lejano, mejor si por su liberación fuera, su pequeñita volviese a hablar como antes.
Mientras Silenad, calla su dolor y su tristeza, Delanis saca todo el dolor para convertirlo en lucha, cosa que la ha hecho insigne entre los presos de Melena.
Me recibe con un café amigo, y yo me atrapa un fragmento de uno de los dibujos que están colgados en la pared. Capto por primera vez el anagrama. Hay faltas ortográficas y una mala disposición de algunos signos, pero hay más amor y verdad que en cualquier otro papel que veré durante meses.
«Cuando tu mamita linda te tubo, fui el padre más feliz del mundo, Sinaled al derecho y al rebes mis tesoros más Amados
te quiero mucho»