Historias de Familias víctimas del 11J. El periodista independiente Manuel D la Cruz, realiza una serie de entrevistas a familiares de presos del 11 de Julio de 2021 (11J) con un acercamiento a sus vidas, y sus sentimientos. Es una invitación a hacer un repaso de sus casos, las violaciones a la que son sometidos y la sobrevivencia entre tanta impunidad y falta de justicia.

Sayli salió de Güines sin sus hijos esa mañana. Le habían otorgado a su esposo la primera visita conyugal en la Prisión de Quivicán, provincia Mayabeque. La hermana de Maykel partió hacia la prisión horas después, con Samira y el pequeño Maykel, los dos hijos del matrimonio. El mismo día habían regulado ambos permisos, visita conyugal -el conocido pabellón- y la visita de los familiares.
Concluido el tiempo para los cónyuges, los niños esperaban a su papá ansiosamente. Dentro, Sayli y su esposo temían que se repitieran los sucesos de la primera visita, en octubre de ese mismo 2021. En aquella ocasión los niños tuvieron que irse sin ver a papá, porque la dirección del centro penitenciario no otorgó el permiso in situ. Sayli sabía que Maykelín y Samira no aguantarían revivir aquella angustia. «Se cae Quivicán ahora mismo si eso pasa»
El oficial torturaba psicológicamente a los esposos. «Allá afuera no hay nadie». Maykel comprendía lo macabro despropósito, y esperaba pacientemente. Más allá de las galeras, un oficial revisó los documentos de identidad de los pequeños.
El pequeño Maykel pasó la ojeada sin dificultades, pero cuando el oficial tomó el carnet de identidad de Samira, miró a la niña fijamente y la frialdad amoldó su rostro.
– ¿Y tú?- preguntó
La tía de los muchachos no entendió la intención
– ¿Cómo que y ella?-
– Sí. ¿Ella quién es?-
– Bueno… ella es la hija de Maykel – respondió tímidamente la tía, sin captar aún la meta del diálogo
– No. Ella no es la hija de Maykel. Ella no tiene sus apellidos –
Samira se enfrió. Jamás alguien había dicho algo semejante. La tía, nerviosa, no sabía cómo manejar aquello.
– A ver, oficial, usted no debería decirle eso a la niña –
– No, no. Yo no he dicho nada que no es verdad. Esa niña no tiene los apellidos del recluso, por lo tanto no es su hija y no puede entrar a la visita –
La adolescente de 12 años ya estaba asomando la primera de muchas lágrimas.
– ¿No puede entrar? Mire, oficial, yo sé que ella no tiene los apellidos de su papá, pero ese es su papá desde que ella tiene un añito. Por favor… –
El silencio armonizó con el quejido de Samira.
– Hoy la voy a dejar pasar – dijo el hombre, con la indiferencia de quien admite o desecha tomates buenos y podridos respectivamente -pero si ella quiere volver a venir tiene que cambiarse el apellido –
Minutos después, mientras Maykelín se desprendía a correr a los brazos de su padre, Samira entraba despacio, cabizbaja. Llorando.
– ¿Qué pasó mi vida? –
– Mami – sollozó – yo quiero ponerme el apellido de mi papá –

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El 11 de Julio de 2021 al mediodía Maykel dormía junto a su esposa. En Güines no había ningún alboroto, ni tampoco la pareja oiría mucho en caso de haberlo, pues su casa, al final de un largo pasillo, era ideal para abstraerse del bullicio de la calle número 11 del pueblo.
Tres horas después, Facebook advierte a Sayli Núñez que San Antonio de los Baños y otros pueblos del país habían tomado las calles. Güines hizo lo mismo. La pareja salió a caminar, para ver, para escuchar. Uno de los videos, descartado por los peritos posteriormente para juicio, capta brevemente a Maykel, de la mano de Sayli, saludándo a una vecina. El recorrido duró poco. Cuando la tienda Panorama vivió los disturbios de la ciudad, Maykel y Sayli, según confirmaron posteriormente en juicio varios testigos, estaban de nuevo en casa con sus hijos.
El 12 de julio, en horas de la mañana, Maykel regresó a casa a esperar que un transporte viniese por él, cargado de combustible, para llevarlo al sitio donde debía chapear, como parte de su trabajo. El tractor no llegó antes: una patrulla de policía con varios oficiales – entre uniformados y vestidos de civil – irrumpieron primero la casa primero.
– ¡¿Ahora quiéren hacerse los guapos?! – les gritaba Sayli.
-¡Ayer le pasaban por el lado a todos y no detenían a nadie! ¡¿Hoy sí tienen valor para llevárselo?! –
Maykel calmó a su esposa por señas. «No hice nada, ni siquiera gritar, así que me soltarán rápido», tradujo Sayli y finalmente se redujo al silencio.
Maykel Puig Bergolla de 42 años de edad, luego de pasar más casi un año en la Prisión de Quivicán, actualmente cumple una sanción de 12 años de privación de libertad, en «Agüica», una prisión de máxima seguridad ubicada en el municipio matancero de Colón.

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Samira no le sonríe a ninguno de los policías que vienen buscando a Saily a casa, a entregarle una citación o hacerle una advertencia. Los interrumpe y los deja con el habla a medias. El odio hacia ellos es proporcional al amor que le tiene al padre. Sí, porque Maykel Puig es su padre en toda la regla.
Quedó huérfana a un año y pocos días de nacida, aunque en ese tiempo su padre biológico ya no era pareja de su madre, sino Puig. La familia que tiene Samira, es la que está formada por Saily Núñez, Maykel Puig, y los antecesores de estos. El resto, casi en su totalidad, por la parte del padre biológico, hace tiempo se desentendió. Es, a los efectos, tan hija de Puig como el pequeño Maykelín.
Maykelín es un niño presumido, como el padre. Lleva su nombre en alto, aun después de los sucesos del 11J. Nunca mintió en su Escuela Primaria José Martí cuando sus amiguitos de quinto grado indagaron por qué ya no lo traía al centro su papá. Le pide a su mamá que nunca le oculte nada, porque finalmente todo se sabe. Tiene mucha información en su cabeza, desde su temprana hipertesión, hasta los consejos que le dio Orunmila hace unos años, cuando los padres se acercaron a este orisha pidiendo salud para el pequeño.
Antes de aquel 11 de julio, Maykelín se sentaba en las piernas de su papá en las reuniones de la escuela. En casa, no solamente dormían juntos, sino encimados: el pequeño solo conciliaba el sueño, y lo llevaba hasta la mañana posterior, acostado plenamente sobre su papá. Aunque siempre ha demostrado afecto a su mami, indiscutiblemente idolatra a su papá.
Por este entramado de suertes y desgracias los psicólogos entendieron perfectamente que luego de aquel arresto, los granos que le salieron en el cuerpo, las crisis de asma, y muchos otros procesos complicados de salud, se debieron a una inmunodepresión severa, la cual le llevó a ser diagnosticado con un trastorno de ansiedad.
Maykelín rechazó la escuela. Rechazó el uniforme, las libretas y el acto mismo de escribir. Las maestras le preguntan, el responde, y así es evaluado. Estuvo un mes sin asistir a clases, y ha estado dando muestras de aversión por el lugar y las actividades que allí se dan.
Recientemente los especialistas le orientaron a Saily que el pequeño debía empezar a atenderse con psiquiatras. Es tanto lo que quiere a su mami, y tan solo que se siente, que teme perderla. En su psiquis de 10 años, traumada, quiere aferrarse a ella, fuertemente, y lo gestiona de formas caóticas y agresivas.
Maykelín es un niño especial en su escuela. No usa uniforme, y es permanentemente comprendido, pero vigilado. Encuentra en casa el cariño, y abraza a su papi fuerte y naturalmente en prisión, pero los psicólogos orientaron que empezara a tratarse con sertralina, uno de los más conocidos antidepresivos.
Maykelín ha manifestado en varias ocasiones, que en casa, sin papi, nada es igual, que nada tiene sentido. Maykelín, un niño de 10 años de edad, le dijo a la psiquiatra en la última consulta, que había perdido las ganas de vivir.

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«¿Por qué no siguieron con la misma mentira hasta el final? Ninguno de ustedes tiene un arañazo o una lesión. Hubiesen sido más creativos», confrontó la abogada de Maykel a los policías, en el juicio celebrado a mediados de enero de este año. «No entiendo cómo le imputan a mi cliente una tentativa de asesinato cuando el Fiscal Militar de Mayabeque quitó a Maykel de los expedientes militares porque no pudo corroborar que estuviese implicado en ningún delito, ni siquiera en los hechos del día…»
La sala hace silencio. La abogada hace una defensa impecable y lacerante.
«Usted dice que entró por una ventanilla, pero por su constitución física, usted jamás cabría por una ventanilla.Si mi cliente hubiese intentado asesinarlos, lo hubiese podido hacer. Usted dice -y miró fijamente a uno de los policías que acusaba a Maykel – que el pueblo se abalanzó sobre la patrulla, y que por la ventanilla al primero que vieron fue a Maykel lanzándole una piedra. Si Maykel hubiese estado a esa distancia suya, ¿qué le impidió lanzarle esa piedra? Y si le lanzó la piedra como usted dice, a esa distancia, ¿cómo pudo fallar?»
La abogada inquirió en lo absurdo de que ningún testigo, de los muchos que llevó Maykel, testificara a favor de aquella mentira. Resaltó que nadie del barrio apareció en juicio para confirmar aquella historieta.
– «La gente no testifica eso porque no quiere meterse en problemas» – articuló el policía.
– ¡No! ¡Error! – señaló la abogada – La gente no se quiere meter en problemas con ustedes, con la policía y con el gobierno, y por eso no testifican a favor de los acusados. Pero, ¿cómo no aparece ningún testigo del barrio que se ponga del lado del gobierno, de la revolución, de la verdad de la revolución? –
Los policías continuaron la narrativa de que los vecinos de la calle tuvieron incluso que darles auxilio.
«¿Dónde están esos vecinos?, preguntó la abogada, «¿Dónde está el presidente del CDR, la gente que está con esta revolución, que fueron capaces de ofrecerle auxilio ese día cuando el pueblo estaba totalmente enfrentado a ustedes, que hoy no son capaces de venir a contar la verdad, a decir lo que hicieron? ¿Dónde están?»
Fiscalía arguía que en un video, paradójicamente jamás presentado en juicio, se veía a Maykel haciendo señas, incitando al pueblo a manifestarse. La señora que estaba siendo saludada por Maykel, vecina del matrimonio, apareció como testigo a explicar la verdad del asunto.
Una maestra vino a testificar por Maykel, de su conducta social intachable y de su breve recorrido por la calle ese día. Y por si no bastara, Georgina, nombrada por sus amigos por el alias de Walkiria, subió al estrado y declaró a favor del acusado.
Georgina fue inquirida por Fiscalía. «¿Cómo es posible que usted diga que no vió a Maykel en las protestas, entre toda aquella muchedumbre?»
– Si yo hubiese visto a Maykel lo hubiese reconocido, porque todo lo que había en la calle era juventud, y a Maykel lo conozco muy bien, desde pequeño, pues su difunta madre era una buena amiga mía. –
La serenidad y determinación de esta mujer no da cabida a miedo o sudoración alguna, a pesar de que quienes la interpelan desean en esta testigo, bastante mayor de edad, poder encontrar la más mínima incoherencia para facilitar sus narrativas.
«Un día yo estuve sentada en esa mesa, en aras de decir la verdad. Espero que ustedes sean conscientes de la responsabilidad que tienen. Yo, por mi parte, les he contado toda la verdad», concluyó Georgina, quien ejerció toda su vida como jueza, y ahora, descansaba en su retiro con el prestigio de quien supo hacer el bien.
La abogada Tania Margarita Reus, abandonó el país al poco tiempo. «No quise seguir formando parte del circo que es Cuba», afirmó.
A pesar de la magnífica defensa que hizo a favor de Maykel Puig, y de lo insostenible de las acusaciones y ausencias notables de pruebas en contra, su cliente fue sentenciado inicialmente a 20 años de privación de libertad, por los delitos de Desorden público, Instigación a Delinquir, Desacato y Desacato Agravado a la Autoridad. Estos dos últimos cargos se sostuvieron en base a las historias de los policías testificantes en el juicio.
Luego del juicio de casación las autoridades judiciales resumieron la sentencia en 12 años, los cuales cumple en la Prisión de Máxima Seguridad de Matanzas, «Agüica», comúnmente conocida como «la peor prisión del país».