Historias de Familias víctimas del 11J. El periodista independiente Manuel D la Cruz, realiza una serie de entrevistas a familiares de presos del 11 de Julio de 2021 (11J) con un acercamiento a sus vidas, y sus sentimientos. Es una invitación a hacer un repaso de sus casos, las violaciones a la que son sometidos y la sobrevivencia entre tanta impunidad y falta de justicia.
La primera vez que los hermanos Perdomo llamaron por teléfono desde la prisión, había más de 5 personas en casa que reclamaban ser los primeros en hablar, o los que más tiempo lo hicieran. Cinco personas que llevaban 63 días esperando oír esas voces. Cinco personas que tendrían que esperar aún 40 días más para ver sus caras.
– Mamá, no te asustes. Ya estamos pelados al calvo –
Marta es una lágrima vestida de madre.
– Estamos flacos, sobretodo Jorgito –
(Claro. A Jorgito se le nota más porque Nadir siempre ha sido flaco. Jorgito no pasó «el verde», por lo tanto su constitución física tampoco nunca se ha visto obligada a reducirse tanto)
-Abuela- preguntó en otra ocasión Asenet, nieta de Marta por la vía de Jorgito -¿cómo sería pasar de nuevo una noche con mi papá?
Marta oye las voces de aquellos hermosos que dio a luz entre 1983 y 1984, y se le contrae esta vez el pecho, como si la prisión fuera el útero de donde debe papirlos otra vez. Trata fatigosamente de pujar esperanza, pero solo rompe en más lágrimas.
Ella sufre más que nadie -no hay quien le convenza de lo contrario- que Nadir deba permanecer encerrado hasta el 2028, y Jorgito hasta el 2030. Pero hay más adoloridos en cola.
Cuando Nadir no tenga más sanción que cumplir, Samir, el varoncito que tanto persiguió con su amada Greisy, tendrá 7 años cumplidos, y la encantadora Salet, será una muchacha, tal vez casada, de 19 años.
Greisy habrá estado 8 años sin dormir con el único hombre que ha amado desde sus 16 años.
En el 2028, Marta sufrirá aún el encierro de Jorgito por dos años más
Para ese entonces, Asened, en vez de 7, tendrá 17.
La abuela Isolina, actualmente de 89 años, probablemente ya no esté con ellos. La vida habrá corrido indiferente, y Marta, probablemente, seguirá preguntándose como hoy, ¿cuál era el propósito de Dios en medio de esa total injusticia?
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El café de las 4 de la tarde ya no es aquel que siempre fue. El recuerdo explica el silencio; el silencio recrea la tristeza. La mesa de la cocina, seis sillas vacías, extrañan el bullicio de los hermanos a la hora del café. Jamás se ha vuelto a discutir con tanta furia y pasión. Jamás alguien ha vuelto a usar tanta porfía. Ahora el único bullicio es el de la cafetera colando. La pequeña burbujea como antes, pero sabe que ya no es la prometida de nadie, la excusa de ninguna familia para amarse en una mesa cada día a las 4 de la tarde.
Marta es una mujer con un cartel colgado en el portal: Libertad para Jorge y Nadir. Es una mujer que dejó dicho que si muere sin ver su sueño cumplido, deben poner ese mismo mensaje en su lápida. Marta aprendió a contestarle a los oficiales de la seguridad del estado, sin temor, con ternura, con la verdad. Marta también, a raíz de haberse convertido en vocera de tanta injusticia, ha sido citada, amenazada, perseguida y sentada alguna que otra vez en un calabozo.
Me hace un café, en esa cocina consagrada a los recuerdos, y me percato que pronto serán las 4 de la tarde y no quiero que me atrape esa hora sentado en la mesa de sus memorias. Pero yo me pierdo en la risa albina de Samir, en sus pasitos firmes que buscan pedazos de pan en cualquier esquina. Salet está en la escuela, en donde ha logrado sacar a flote sus calificaciones a pesar de mostrar falta de concentración y otros desórdenes.
Los ojos de Greisy trasmiten la somnolencia de una depresión severa. Hablan de sertralina, de alprazolam y amirtriptilina. Todo en esta casa parece un adolescente dormido luego de mucho regaño y llanto.
Sin embargo, el recuerdo del día 11 de julio de 2021, no está cargado de victimismo, sino de victoria. Jorge y Nadir son dos nombres que se oyen fuerte, tanto en las redes sociales, como en las calles.
Cuenta su madre que antes de esa fecha, sus hijos ya eran bastante conocidos en este municipio. Ambos daban clases. De inglés, Nadir; de programación y matemática, Jorge. Tanto en institutos escolares como de manera particular, en la propia casa de ambos. En esa misma casa se ponía un inmenso televisor para que todos los muchachones viniesen a gritar con los partidos de la Liga Española de fútbol. Jorge y Nadir sacaban una bandera aún más grande, del Barca, si este, su equipo favorito, ganaba. «La lavé y tengo que ponerla a secar», bromeaba Jorge.
De La Habana venían estudiantes a repasar con Jorgito, como le llaman al mayor de los hijos en la familia. Estudiantes de ingeniería en la CUJAE, en la UCI, y en otros institutos. De la capital también venían a Nadir, graduado en Lengua Inglesa y Francesa. Los hermanos Martín Perdomo eran buscados por muchos, queridos por todos. Cuando el domingo 11 de julio del año pasado, San José tomó las calles, todos los allí presentes sabían quiénes eran Jorge y Nadir. Todos, incluyendo a los oficiales de la policía y a los de la seguridad del estado.
El 25 de enero de este año, luego de un juicio amañado y malcompuesto, por las causas de atentado, desacato y desorden público, Jorge Martín Perdomo y Nadir Martín Perdomo fueron condenados a 10 y 8 años de privación de libertad. Cumplen actualmente sanción en un Centro Penitenciario de Quivicán, provincia Mayabeque.
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Jorge es disidente desde chiquito, a todo. Inteligente y perspicaz. Contestón y preguntón aún más. Nunca rebasó la edad de los por qué. Es gruñón, lleno de resabios, pero eficaz y responsable.
Nadir heredó toda la nobleza de la madre, y tiene una de las sonrisas más amadas en todo San José de las Lajas. Nació para hacer feliz a otros, para edulcorar los días de quienes le rodean.
Fueron instituidos en la fe cristiana, de la cual es devota Marta, y de ella conservan principios de ética y conducta dignos de imitar. Uno de ellos,a la unidad.
Desde preescolar, hicieron carrera estudiantil juntos hasta el 9no grado. Desde bien pronto era conocido el afán de Jorgito por cuidar a Nadir, a quien siempre presumió como más débil, por noble. Nadir padece de varias complicaciones relacionadas con una mala absorsión en su sistema digestivo, una bacteria poco frecuente, incluida entre ellas. Todo esto lo ha convertido en una persona que debe cuidar su salud, y específicamente, su dieta. Nadir no puede consumir agua del grifo: debe hervirla incluso para lavar sus dientes.
Todas estas razones han hecho que su encierro, en un momento en que la alimentación en el país es precaria y en las prisiones, innombrable, sea un dolor de cabeza aún mayor para toda la familia.
Cuando Marta supo la fecha de juicio, llena de lágrimas, no supo hacer otra cosa que pararse en su portal y gritar a voz en cuello: ¡San José! ¡¿Van a dejar que metan presos a sus hermanos?!
Pero, ¿por qué Jorge y Nadir están presos?
En el juicio, los jueces no valoraron la pluralidad de evidencias a favor de la inocencia de los hermanos en las acusaciones de las que eran depósito. Tampoco tomaron en cuenta las monstruosas incoherencias en los relatos de la policía y los testigos acusadores.
Varios videos muestran como un oficial, vestido de civil, se acerca a la turba pacifista y golpea en la cara a Jorge. Los amigos le calman. «No, Jorge, deja eso. Eso es lo que ellos quieren para disolver la manifestación». El procedimiento lo repiten con Nadir. Sin embargo, ambos fueron acusados de golpear a las autoridades.
Jorge afirma que en dos ocasiones, saliendo de casa, y a mitad de la protesta, se encontró con un carro policial, y en ambas ocasiones preguntó a los oficiales si podía caminar en la protesta. Los policías le habían dado luz verde.
Se le imputa desacato y desorden público por gritar, junto a decenas de manifestantes, las consignas que ese día se tornaron en vox pópuli: «Díaz Canel, singao» y «Oye, policía, pinga.»
En el juicio inventaron que Jorge arrancó una bandera de su asta, y se la terció en el brazo. Por este movimiento fue acusado de atentado contra los símbolos nacioneles. Sin embargo, hasta la fecha, sigue sin aparecer un testigo que afirme esto, mucho menos evidencia gráfica para sustentar esta acusación.
«Yo ofrezco entrevistas a todo el mundo porque yo no digo otra cosa que la verdad», dice Marta. «Si mis hijos hubiesen cometido actos vandálicos, me dolería igual que estuviesen presos, pero les diría que fueran fuertes y esperaría más calmada la fecha de su salida. Pero no es el caso. Ellos no tienen por qué estar ahí. Las autoridades tienen grabado el juicio de mis hijos. Que lo pongan. Si creen que de verdad fue justo que lo trasmitan por televisión»
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Un día después de las protestas, en la tarde, Nadir salió a comprar un paquete de gelatinas para el pequeño Samir. Media hora más tarde regresó un oficial del Ministerio del Interior. «¿Usted es la madre de Nadir?», le entregó la gelatina. «Tome, él va a estar con nosotros un ratico. Orita mismo viene»
Durante casi seis horas Nadir estuvo siendo interrogado por más de diez oficiales. Fue devuelto a casa. Seis días después, fue conducido junto a su hermano en una patrulla. Se los llevaban a ambos para conversar. Jamás volvieron a casa.
En la prisión de San José, antiguamente Prisión para Personas con VIH/SIDA, los golpearon cruelmente. «¿Quién les pagó?», era la pregunta que repetían los torturadores inútilmente.
En casa agonizaban todos por el desconocimiento acerca del paradero de los hermanos. Al padre de ambos se le vio parado en las afueras de la prisión de San José gritando desgarrantemente el nombre de sus hijos una y otra vez.
Estos dos que desde bien pequeños conocieron la estrechez del vínculo fraterno, y que desde ese entonces hacían juntos toda actividad posible, tuvieron el lazo cerrado una vez más, el lazo de la desdicha.
Marta rememora cómo en primaria, muchos maestros hacían la broma de regañar a Nadir, solamente para ver el genio de Jorge al defenderlo. Esta vez eran los policías los que esquinaban a Jorge, atado, para que viera como su hermanito menor era golpeado hasta el desmayo.
Los han separado de los establecimienos penitenciarios, dice la madre que solo para hacerle más difícil el proceso a todos.
«Te montamos en una lancha y te desaparemos. Y ya. Nadie se entera que fue de ti», le susurraron a Jorge en una ocasión.
Nadir conserva la sonrisa y el buen ánimo. Jorge, el honor y la forma decente que tiene de ganarse el respeto y el cariño. Conservan la lectura, la suspicacia. Conservan aún la fe cristiana, y Nadir, la práctica de dicha fe.
La cama que Nadir dejó en la prisión de Melena del Sur, fue nombrada por los presos de la galera «la casa de Dios». Muchos de ellos usan los pocos minutos que le dan allí para hablar por teléfono, esta vez no con sus familiares, sino con la madre de Nadir y Jorge. «Dígale a Nadir que nadie va a usar la casa de Dios, está ahí como mismo él la dejó». También le hablan con añoranza de «los paneles», que es la forma que usaron para definir las tertulias gratas a las que eran sometidos por Nadir, quien los intruía en muchas lecturas y les mostraba pepitas sobre lenguas bíblicas antiguas.
Actualmente Jorge cuida a su hermano en la Prisión de Quivicán, cuida su estado de salud, que se ha vuelto más crítico por la mala alimentacón e higiene. Siguen haciendo amigos, dentro y fuera de las rejas.
En una de las separaciones a las que fueron sometidos, Jorge dedicó a Nadir una carta que fue motivo de estremecimiento de cuanto internauta tuvo acceso a ella.
«Estos casi 8 meses han sido combates de aparentes fracasos para la fe, pero solo son batallas de entrenamientos. Las espadas que nos dieron desde niños eran para ibrar el ‘Gran Combate’. Tenemos mucho dentro, hermanito, espero que lo recordemos siempre, el tesoro de la educación de mami y papi, la enseñanza de los héroes de la fe…»
«Te dirán el don del amor y la sonrisa y a partir de ahí, solo tienes que existir para que cualquier fiera se convierta en un noble cachorro»
«Este equipo no es del 11J, pero igual le ganamos por goleada a cualquier equipo de monstruos, mi honda es la de David. El Señor me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de las manos de este gigante.»
Marta espera el milagro, y mientras lo hace, fortalece su alma en su dios.
Procura no rondar la cocina sobre las 4 de la tarde. Hace el café, lo reparte entre los que quedaron, y se va a otra parte de la casa.
En las noches, retira el cartel del portal para que la policía u oficiales de la seguridad no se lo roben, y se para delante de su puerta a citar una frase bíblica que ha tenido, desde julio de 2021, como un mantra: «Mía es la venganza. Yo pagaré. Dice Jehová»