Siro del Castillo es una de esas personas que transmite que el cambio es posible. Se unió a la organización Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE), fue preso político, se exilió en 1972 y desde entonces reivindicó el derecho a no ser forzado a emigrar, y ha trabajado por la dignidad de los migrantes. Fue parte del equipo de cubanos que, ya estando en el exilio, ayudó a recibir a casi 3 mil presos políticos que habían sido liberados de las cárceles castristas en 1979, a 125 mil cubanos del exilio del puente marítimo Mariel-Cayo Hueso en 1980, y el diálogo con la Base de Guantánamo en plena crisis de los balseros cubanos en el verano de 1994.

Apenas llegó a los Estados Unidos, se integró a la única organización de ex presos políticos que existía en aquel tiempo: la Agrupación de Expresos Políticos Cubanos (a partir de 1979 surgieron otras y ésta desapareció). Después se integró al Movimiento Demócrata Cristiano de Cuba (MDC) y a Solidaridad de Trabajadores Cubanos (STC).

En los años ochenta fue parte de la dirigencia del CILC (Comité de Intelectuales por la Libertad de Cuba) que organizó los cinco Congresos de Intelectuales Cubanos Disidentes. También en los 80 y 90 perteneció a otro grupo de ex presos políticos, “El ExClub”. En lo intelectual fue miembro del ya hoy desaparecido Instituto de Estudios Cubanos (IEC) y de la directiva del “Museo Cubano” en Miami.

En 1991 el Movimiento Demócrata Cristiano se unió a otras fuerzas de pensamiento democristiano cubano y así se fundó el Partido Demócrata Cristiano de Cuba (PDC) al cual se une y del que es parte hasta la actualidad.

En el tema de los Derechos Humanos ha sido miembro del Centro de Derechos Humanos (CEDEHU), del MDC, del Secretariado Latinoamericano de Derechos Humanos (SELADEH), de la Comisión de Derechos Humanos PDC y de la Comisión Latinoamericana por los Derechos y las Libertades de los Pueblos y los Trabajadores (CLADEHLT) de la CLAT.

Ha participado en distintos esfuerzos de concertación como la Plataforma Democrática Cubana, la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada en el Exterior, y la Mesa de Unidad para la Acción Democrática (MUAD), Consenso Cubano y en la actualidad es miembro fundador del Consejo para la Transición Democrática de Cuba (CTDC). Sin duda es parte de la historia de la sociedad civil cubana independiente.

 

Micaela Hierro Dori: ¿Cuáles son las características de las distintas oleadas de exiliados en cada década de estos más de 60 años de persecución?

 

Siro del Castillo: No es fácil determinar las características de cada uno de los grupos que han conformado la emigración cubana en los últimos 63 años. La primera oleada comenzó el 1ro de enero de 1959 y estuvo integrada principalmente por personas cercanas a la dictadura de Batista. Luego, en un segundo momento a partir de finales del 59 y principios del 60 eran personas afectadas en lo personal por leyes y medidas tomadas por las autoridades (la Ley de Reforma Agraria, la Ley de Reforma Urbana, las intervenciones y/o confiscaciones de negocios, medios de prensa y propiedades, el comienzo de la represión y las ejecuciones a aquellos que de una forma u otra comenzaron a oponerse y a luchar en contra de la implantación de un régimen totalitario como se vislumbraba). Esta etapa del éxodo duró hasta 1962 cuando los vuelos de Cuba a los EE.UU. fueron suspendidos a raíz de la crisis de octubre de ese año, llamada “crisis de los misiles”.

Durante esta etapa también salieron de Cuba sin sus padres miles de niños y niñas cubanos en la operación conocida como “Peter Pan”. Muchos salieron pensando que podrían regresar pronto, pues el gobierno de EE.UU. no permitiría el establecimiento de un régimen comunista a 90 millas de la costa norteamericana. Esto, pese a que la invasión de Playa Girón, patrocinada, organizada y financiada por el gobierno norteamericano había fracasado, y entre la peor de las consecuencias de este fracaso fue la brutal represión desatada contra personas inocentes y miembros de la resistencia interna que existía en la isla, a quienes no se les dejó saber en tiempo y forma de lo que se avecinaba. 

Desde el 16 de abril de 1961 hasta principios de mayo, más de 50,000 cubanas y cubanos fueron detenidos por las autoridades de forma injusta y arbitraria, algunos de ellos fueron liberados en pocos días, a otros se les encarcela, se le celebraron juicios sumarios (como el que me hicieron a mí), algunos fueron fusilados, a otros se les condenó a largas penas de encarcelamiento, las más comunes eran las de 15, 20 o 30 años.

La tercera etapa del éxodo masivo cubano comienza a partir de 1965, cuando el número de salidas ilegales desde la isla había tenido un aumento extraordinario, con la correspondiente pérdida de vidas humanas en el mar. Esto motivó a que el régimen cubano abriera el pequeño puerto de Camarioca, en la provincia de Matanzas, para que los familiares que ya se encontraban en los EE.UU. fueran a Cuba a buscar a sus seres queridos. Ante esta situación el gobierno de los EE.UU. negoció con el de la isla un acuerdo de inmigración, donde se establecerían dos vuelos diarios de Cuba a Miami, para que los familiares en el exterior reclamaran a los suyos en la isla, y éstos pudieran salir de forma legal, sin que sus vidas corrieran peligro. Estos vuelos duraron sin interrupción hasta 1971. En 1972, por una razón que yo nunca le he encontrado explicación ni del gobierno norteamericano, ni del régimen, solo se dieron vuelos los primeros tres o cuatro meses (en uno de esos vuelos pude salir yo de Cuba) y se suspendieron hasta principios de 1973 cuando se facilitaron unos pocos vuelos, siendo finalmente cancelados y cerrada esta vía de salida legal del país.

Si analizamos estas tres primeras etapas vemos que las características y las motivaciones para irse del país, varían entre ellas. Los primeros salieron escapando, por su asociación con la dictadura de Batista, los segundos salieron mayoritariamente (aunque estoy seguro que algunos cubanos van a discrepar de mi interpretación) por razones económicas y de esperanza de que aquello no pudiera durar mucho; entre los integrantes de la tercera etapa, las razones son varias, unos lo hicieron para reunirse con sus hijos e hijas que habían emigrado solos durante la operación “Peter Pan”, unos por otras razones de reunificación familiar, otros por ser sobrevivientes de las olas represivas que el régimen venía desatando desde comienzo de los sesenta, otros por no haberse integrado a las “llamadas organizaciones revolucionarias” del gobierno y sufrir las consecuencias de esto. Otro factor a considerar es el que los miembros de las dos primeras etapas, no tuvieron que sufrir las consecuencias de la escasez de alimentos y bienes de consumo racionados con las libretas de Alimentos y de Medios básicos. O sea la vivencia cotidiana en la isla se hizo insoportable en muchos aspectos, producto por un lado del fracaso propio del régimen, y por otro de la política de aislamiento y de embargo impuesta por el gobierno de los EE.UU.

La cuarta sería el “Éxodo del Mariel” de 1980, y la quinta etapa del éxodo cubano, es la conocida como la “Crisis de los Balseros” de 1994. Los que salieron en el 80 habían vivido o nacido durante los primeros 21 años del proceso del establecimiento de un régimen totalitario en Cuba, con las correspondientes experiencias vivenciales que no son iguales, ni parecidas en términos generales a las que vivieron los que salieron durante las dos primeras etapas, aunque los que salieron durante la tercera etapa sí comparten algunas de esas vivencias. 

Por supuesto, los que salieron durante la crisis de los balseros en el 94, habían vivido 35 años bajo un régimen políticamente totalitario y económicamente depauperado, todos aquellos que eran menores de 35 años habían nacido bajo la tutela del régimen y no conocían nada distinto. Aparte corresponde analizar el éxodo de los presos políticos y sus familiares de 1978/79. En resumen, las características de los integrantes del éxodo de 1980 y el de 1994, son en la práctica diferentes. Para aquellos que vivimos algunos años bajo la tutela del régimen, yo la viví por 13 años, y que hemos tenido la oportunidad, como yo la he tenido, de compartir tanto con los que salieron en el 80 como con los que salieron en el 94, sabemos que la experiencia vivencial de ellos es bien distinta, los conceptos en relación con  principios morales y valores éticos, de relaciones familiares,  de respeto a los mayores, de respeto al que piensa distinto, en fin, las diferencias son muchas y no las enumero con intención de desvalorizar a estos compatriotas míos, sino con el solo propósito de señalar las consecuencias que ellos han tenido que sufrir al vivir por tantos años bajo un régimen totalitario.

Lamentablemente el éxodo cubano no terminó con la crisis de los balseros de 1994, los cubanos siguen escapando de la isla, por todas las vías que les sea posible, aunque en algunos casos signifique poner sus vidas en peligro. Se calcula que de 1980 al 2021 más de 750 mil cubanos (algunos expertos lo calculan en un millón) han salido del país, la gran mayoría hacia los EE.UU., pese a las restricciones que en los últimos años han sido impuestas por las autoridades de inmigración de los EE.UU. Si esta realidad es comparada con el hecho de que se puede asumir que todos aquellos cubanos mayores de 35 años, a su salida del país entre 1959 y 1970, han fallecido en el exilio, la composición del exilio cubano de hoy en día es bien diferente, con las consecuencias políticas, sociales y culturales que conlleva este cambio. La gran mayoría llegan hartos de todo lo que sea político (el régimen los agotó), la mayoría solo piensa en cómo ayudar económicamente a sus familiares en la isla (envío de remesas y paquetes) y cuándo van a poder ir de visita a la isla. Todo muy humano, pero que hace muy difícil el reclutamiento o mejor dicho su incorporación en las organizaciones tradicionales del exilio cubano.

 

MHD: ¿Cómo ves que los presos políticos o activistas exiliados se integraron luego a la lucha pacífica desde el exterior?

 

SdC: Primero una aclaración, la mayoría de los ex presos políticos de la época de los 60, 70 y parte de los 80, habían participado en lucha confrontacional violenta contra el régimen, con todas las fatales consecuencias que la misma ocasionó, en ambos bandos. Algunos habían sido detenidos muy jóvenes, o habían visto sus estudios universitarios o el comienzo de sus prácticas profesionales interrumpidas. Si a esto se le añade los años de sufrimientos en uno de los peores sistemas penitenciarios conocidos, la separación y el sufrimiento de sus familias y seres queridos, podemos darnos cuenta de lo duro que fue para muchos al llegar al exilio, darse cuenta que les tocaba recomenzar sus vidas, desde cero para muchos, después de haber sufrido muchos años de encarcelamiento. Mientras que al mismo tiempo veían a muchos de sus amigos, que no habían participado en la lucha contra el régimen y que, por ende, no habían sufrido las consecuencias de la represión, el llevar una vida estable donde se habían podido desarrollar como profesionales, empresarios, artistas, con familias (esposas, hijos, etc.).

Los ex presos veían que estaban llegando retrasados. El proceso de adaptación no fue fácil, para ellos lo más importante era cómo lograr sobrevivir, ellos y los familiares cercanos que habían venido con ellos. Sin embargo, nunca percibí en ellos señales de frustración por los años perdidos, ni envidia hacia aquellos que no habían tenido que sufrir las consecuencias de estar dispuesto a luchar por la libertad de su pueblo. Pasaron muchos años antes que muchos de los ex presos políticos se envolvieran de nuevo en la lucha contra el régimen, algunos (los menos) alineándose con la lucha violenta, otros, entre ellos figuras significativas de la lucha en contra del régimen de los primeros años, optando por la lucha no violenta. Por supuesto, ambas posiciones contaron con nombres relevantes, Huber Matos por un lado y Eloy Gutiérrez Menoyo por el otro.

También tengo que apuntar que en los 80 y en los 90, pese a que muchos de los mismos ex presos políticos venían de la frustración de haber perdido la guerra y la inutilidad y el enorme costo en vidas humanas que la lucha violenta había tenido frente a un régimen totalitario como el cubano, se encontraron que en el exilio la lucha violenta contra el régimen, pese a que en la práctica, eran muy pocos los que la practicaban, era todavía muy popular. Inclusive se le hacía propaganda a los que tenían planteado y habían hecho acciones violentas en contra del régimen en lo que era conocido como “La Guerra por los Caminos del Mundo”.

Mientras, en la isla estaba surgiendo una nueva oposición que había optado por la lucha no violenta, encabezada por un lado por el Comité Cubano de Derechos Humanos, fundado por Gustavo Arcos, Ricardo Bofill, Marta Freyre, Ariel Hidalgo entre otros, y por otro lado el grupo encabezado por Elizardo Sánchez.

El llamado “exilio histórico” miró estas iniciativas de la lucha no violenta con mucha reserva. La palabra “disidente” era considerada una mala palabra por muchos, así como la palabra “diálogo”, que desde 1978 era considerada una clara señal de traición a la lucha por la libertad del pueblo cubano. Pese a que los que proponían la lucha no violenta, fueron también perseguidos, encarcelados y condenados a injustas y arbitrarias sentencias por el régimen. El exilio, que desde 1965 y por muchos años después se había considerado como el único protagonista en la lucha contra el régimen (imagen que por cierto el régimen utilizaba en público para argumentar que dentro de la isla no había oposición), no aceptaba que el papel protagónico principal de la lucha se había restablecido en el interior del país.

Para los activistas no violentos que salieron de Cuba, algunos expulsados en la práctica por el régimen, la entrada al “exilio” no fue fácil, existía desconfianza, hablaban distinto, partían de análisis de la realidad del país que no eran compartidas pese a que ellos acababan de salir, mientras que los del llamado “exilio histórico” hacía muchos años que habían salido y es más, pese a que en los 80 se podía ir de visita a Cuba, no lo hacían. Muchos de los promotores de la lucha no violenta pudieron salir de Cuba de visita y pudieron regresar, promoviendo sus actividades y a los grupos que habían surgido en el interior y que ellos representaban. Sin embargo, algunos de estos que pudieron salir y regresar sufrieron los ataques de las fuerzas más conservadoras del exilio, un caso significativo de esto fue el de Oswaldo Payá.

Con el pasar de los años no le quedó más remedio a este “exilio histórico” que asumir la realidad del cambio en el estilo y la práctica de la lucha no violenta contra el régimen. La palabra disidente ya no fue tan criticada, aunque todavía se les pedía a algunos de los activistas que aclararan si ellos eran disidentes o eran opositores. Con este cambio las puertas de la ayuda del exilio, para los activistas que llegaban, se abrieron. Muchos fueron contratados para trabajar en las mismas organizaciones tradicionales del exilio o en empresas comerciales de algunos de sus miembros. Los medios de comunicación los buscaban y les abrían también sus puertas. Para estos activistas, el continuar su activismo, pero ahora desde el exilio, les resultó relativamente fácil. Aunque siempre las generalizaciones tienen su peligro y hubo activistas que no claudicaban en su manera de pensar (en los casos anteriores los activistas se tenían que alinear con las políticas de la organización del exilio que los patrocinaba) y a los que su proceso de reinicio de vida no les resultó fácil, aunque en honor a la verdad en su gran mayoría continuaron con su activismo desde el exilio. Este panorama se ha mantenido vigente hasta nuestros días, quizás con algunos pequeños cambios.

 

MHD: ¿Cuáles son los ideales que te llevan a participar en la lucha por la democracia en Cuba?

 

SdC: Me crie en el seno de una familia católica de clase media-alta, con padres de mucha sensibilidad en lo político y lo social, y con familiares, (tía y primo) envueltos de forma activa en la lucha política en la Cuba prerrevolucionaria, que eran miembros del Partido Socialista Popular (PSP), que así se llamaba el partido comunista de Cuba en aquel tiempo. La enseñanza primaria y secundaria hasta Quinto Año de Bachillerato, la pasé en el Colegio de Belén, de los padres de la Compañía de Jesús (los jesuitas). No me pude graduar de bachiller, pues fui detenido, encarcelado y juzgado un par de meses antes de la graduación.

De más está decir que en el Colegio de Belén, la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia era parte del programa de estudios en los últimos años del bachillerato. Además, se promovía el trabajo social, en mi caso como profesor dando clases nocturnas en la ENOB (Escuela Nocturna para Obreros de Belén).

Como la gran mayoría del pueblo cubano, vimos con alegría el fin de la dictadura de Batista y con sentimientos de esperanzas de que el proceso revolucionario que comenzaba encaminara el país hacia el fin de los dictadores en la isla y la superación de los males sociales y económicos que se padecían. Participamos en la recogida de fondos para la compra de tractores para la anunciada Reforma Agraria. En fin, tratamos de ver el iniciado proceso con ojos y corazón abiertos.

Lamentablemente el régimen comenzó su cambio de rumbo, en una marcada dirección hacia la izquierda radical y con la implementación de juicios sumarios, faltos de todo proceso, y con un desparrame de condenas a penas de muerte por fusilamiento en el paredón. Ante este excesivo ejercicio indiscriminado e inhumano de la justicia, la prensa internacional comenzó una campaña de denuncia, a lo que el gobierno respondió organizando una masiva concentración ante el Palacio de la República (hoy museo) a la que llamó de “Apoyo a la Justicia Revolucionaria”. Con varios amigos decidimos pasar por el lugar de la concentración y ver las reacciones de los allí presentes, para mí en particular el escuchar a miles de miles de voces gritar “Paredón, Paredón, Paredón…”fue un golpe muy impactante que todavía lo siento.

De regreso a mi casa ese día, me di cuenta que los ojos y el corazón abierto que había mantenido hasta ese día, me habían engañado, que el país se encaminaba de nuevo hacia una nueva dictadura, en esta ocasión de signo distinto, pero con la correspondiente dosis de  violaciones a los derechos humanos de los cubanos.  En esa misma época había estado acompañando a un buen amigo mío a las reuniones de la recién creada Federación de Estudiantes de Colegios y Universidades Católicas de Cuba y allí conocí a algunos dirigentes estudiantiles  con los que hice amistad y a los que me uní posteriormente en la organización Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE) donde milité hasta que caí preso.

Fueron los principios y valores aprendidos del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, los que me llevaron a asumir como ideal para mi país el Pensamiento Social Cristiano. Leía todo libro o folleto que me caía en las manos y trataba de asistir a conferencias que sobre el tema se daban al principio del proceso revolucionario en la sede de la Agrupación Católica Universitaria. Posteriormente en la prisión, se me presentó la oportunidad de conocer y compartir con muchos miembros de la organización en la que yo militaba que estaban presos también, y que solían dar charlas y seminarios en la prisión para entretenernos y formarnos. Posteriormente, ya a la salida de Cuba, se me presentó la oportunidad de participar en seminarios y talleres del Instituto de Formación Demócrata Cristiano en Caracas (IFEDEC), así como también en la Universidad de Trabajadores de América Latina (UTAL), también de origen socialcristiano. No puedo dejar afuera lo que aprendí en materia de derechos humanos del ya fallecido jurista chileno, quien fuera presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Chile bajo la dictadura de Pinochet, José Zalaquett.

Han sido los principios y valores del pensamiento socialcristiano los ideales que han encaminado mi trabajo por la democracia en Cuba. La dignidad de la persona humana como centro de toda actividad social, económica y política, la búsqueda del bien común para que cada cubano pueda realizarse en libertad, y la afirmación de la justicia social de Martí.

 

MHD: En tus años de lucha pacífica por la democracia en Cuba has participado y contribuido en numerosas declaraciones o documentos firmados por una parte significativa de la oposición, en espacios de diálogo y concertación ¿Podrías describirnos los resultados, mencionar diferencias entre ellas y el legado que han dejado estas iniciativas?

 

SdC: Participé en algunas gestiones de unidad o de concertación que se han hecho en las últimas tres décadas y media, entre los grupos de la oposición democrática cubana. Los resultados y la duración de las mismas han variado dependiendo tanto de variados  factores, que pueden ir desde la falta de coherencia en los propósitos reales, los problemas de intercomunicación (me refiero principalmente en las gestiones realizadas por grupos del interior y grupos del exterior de la isla), las discrepancias surgidas por actitudes políticas en relación con temas como “el embargo”, “el diálogo con el gobierno”, “la dependencia del gobierno norteamericano”, “la lucha no violenta” (aunque está cada día es más aceptada, en particular por los grupos más radicales verbalmente, pues carecen de iniciativas viables de otros tipos  de  acción), como también de factores de índole personal de los dirigentes, tales como los  “egos”, “auto protagonismo”,  “celos”, “envidias”, en fin todos esos males que de alguna forma u otra los seres humanos padecemos.

Las diferencias son bastante claras. “La Patria de Todos” fue una declaración con consecuencia para sus firmantes, fue respaldada por muchos, pero no pasó de ser más que eso, una declaración. El Proyecto Varela fue, desde mi punto de vista una declaración/demanda con un propósito concreto, que implicaba un respaldo firmado, y no una declaración de apoyo solamente. Se movió lentamente al principio, pues solamente eran los militantes del MCL los que gestionaban la firma de simpatizantes al proyecto, pero que posteriormente algunas de las organizaciones opositoras dentro de la isla, como lo fue el CUTC (Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos), coordinado en esa época por Pedro Pablo Álvarez respaldaron el proyecto y se movilizaron para buscar y obtener firmas, lográndose más de 10,000. Fue presentado a las autoridades pero no se logró el reclamo que se pedía. Sin embargo, pese a la publicidad mediática que obtuvo el Proyecto, no se pudo lograr un empuje importante, entre otras razones por la “Primavera Negra” y la detención de los 75. 

Si bien la “Patria es de Todos”, fue recibida con muy buenos ojos entre organizaciones del exilio, el “Proyecto Varela” tuvo sus dificultades y sus traspiés. El concepto de “la ley a la ley”, no era, perdona la expresión, “masticable” para los sectores más conservadores del exilio.

En este grupo incluiría también la declaración del “Acuerdo Por la Democracia en Cuba”, nacida en el exilio y firmada por un sin número de organizaciones del exilio y de dentro de Cuba. Algunos vimos en este esfuerzo, el intento de competir no solamente con el “Proyecto Varela” (El Acuerdo surge después de ya ser público el Proyecto Varela) sino lo que era más importante, las ideas que existían detrás del P.V. de una transición pacífica y negociada que muchas organizaciones moderadas de dentro y fuera de Cuba promueven. El Acuerdo en su declaración obviaba el tema de la transición, o mejor dicho de cómo llegar a ella, limitándose a decir: “Todo gobierno tiene que respetar la soberanía del pueblo, por tanto, al fin del régimen tiránico actual, el gobierno provisional o de transición tendrá la obligación de devolverle la soberanía al pueblo mediante las siguientes medidas”.

Hacía una propuesta, pero sin plantear él como llegar a ese “gobierno provisional o de transición”. El P.V. contenía algunos reclamos que coincidían con los del “Acuerdo”, pero la diferencia radica en que le hacía los reclamos directamente al régimen, no a un futuro “gobierno provisional o de transición”. Es verdad que periódicamente (aunque sin que sea en un tiempo fijo) el “Acuerdo” vuelve a la palestra y es nuevamente ratificado, no sé si por las mismas organizaciones o si algunas han cambiado de opinión, o han desaparecido con el tiempo, esto es algo muy común entre las organizaciones de la oposición cubana, pero siguen sin tocar el punto de la transición, ni tampoco de la reconciliación nacional.

Las campañas a lo largo de estos años han sido muy variadas y sus éxitos han sido de igual forma variados. Sin embargo, sí han servido para aglutinar alrededor de algo bien concreto, sin que otros temas se les peguen y perjudiquen la campaña. Recuerdo del pasado cercano “No Castro, No problem”, iniciada por Agenda Cuba. Otras más recientes “Yo no coopero con la dictadura”, promovida por el Directorio Democrático Cubano, con el apoyo posterior de algunas personalidades. Esta campaña estaba bien orientada, por sus creadores, a proponer la desobediencia civil. Los libros de Gene Sharp sobre todo los tres tomos de “The Politics of Nonviolent Action” se habían puesto de moda. Para muchos, detrás de esta búsqueda de la desobediencia civil, estaba la intención (no expresada) que la misma abriera espacio para una explosión social como forma de derrocar al régimen, sin que se tomara en consideración las consecuencias de esta.

Más recientemente he visto, campañas como la de “Sin 349/No al Decreto 349”, “Otro 18”, “Cuba Decide” y otras. Estas han estado orientadas a temas puntuales, un decreto que perjudica a los artistas en la isla, un reclamo sobre el proceso electoral, y una petición de un plebiscito vinculante. Creo que este surgimiento de campañas sobre asuntos/temas puntuales, una de las últimas ha sido de la de la denuncia del feminicidio en Cuba, en particular las que son enfocadas sobre asuntos económicos o sociales que afectan a sectores de la población, tienen su impacto hacia el interior de la isla, mucho más que aquellas campañas enfocadas en temas políticos. Hace algún tiempo, creo que fue en el 2019, vimos el impacto de las manifestaciones que realizaron las personas de los grupos que se aglutinan bajo el concepto de LGBT, ante medidas tomadas por el propio régimen, en contradicción con actitudes que se habían tomado anteriormente. Si bien el enfoque de lograr declaraciones públicas con un respaldo aceptable, o de campañas orientadas a sectores significativos de la población y/o de problemas serios que los afectan directamente, son buenas y positivas. La búsqueda de materializar concertaciones que puedan sobrevivir es importante también. No creo, lamentablemente, que los conceptos de la “unidad en la diversidad”, del “respeto a la opinión ajena”, y de la “práctica democrática al interior de las organizaciones y/o concertaciones” para el accionar político de los cubanos abunden. Dios nos dio “las tierras más bellas que ojos humanos hayan visto” como dijera Colón al descubrir la isla, pero Dios, creo yo, no nos bendijo con suficiencia los dones del “Amor al prójimo como a uno mismo”, “del perdón a los que nos ofenden”, y “de la búsqueda de consensos, donde todos estemos dispuestos a ceder en algo y donde todos podamos recibir algo”. Pese a la falta de estos dones sigo teniendo Fe y por eso he trabajado y seguiré trabajando en la búsqueda de alternativas posibles, viables y sostenibles en el tiempo.

No tengo dudas de que la Plataforma Democrática Cubana obtuvo éxito en sus trabajos mientras existió, dado que cumplía con el propósito que originalmente se había acordado. Lamentablemente, la idea de tener presencia ante las 4 internacionales (Socialdemócrata, Demócrata Cristiana, Liberal y Conservadora), no se logró pues pese a gestiones individuales que se hicieron de tratar de incorporar a alguna organización cubana del exterior que estuviera relacionada con la Internacional Conservadora no se logró, pues no existía ninguna que tuviera ese tipo de relaciones. Por muchos años y en particular lo que se llama el “exilio histórico”, solo se preocupaba de las relaciones con la gerencia de turno en los EE.UU. y los partidos tradicionales norteamericanos, y alguna que otra relación con gobiernos de derecha (en el tiempo de las dictaduras con los dictadores de turno), y alguna democracia (Venezuela y Costa Rica) en los países de América Latina. Sin embargo, a las organizaciones del exilio cubano nunca le interesó las relaciones con los demás países del Caribe, con la excepción de la Solidaridad de Trabajadores Cubanos, que por nuestras relaciones con las organizaciones afiliadas a la CLAT, teníamos muy buenas relaciones en República Dominicana, Haití, y el Caribe Holandés (Aruba, Curaçao, Bonaire y Saba). No así con el Caribe Francés e Inglés que en la mayoría de los casos son seguidores del régimen de Castro.

Lo que se logró en la Plataforma fue tener un documento consensuado entre todos los participantes sobre la situación cubana y consensuar una agenda de trabajo. La primera daba garantía por ser un documento que podía ser masticado y tragado por todos, y la segunda presentaba un plan de trabajo, algo que es fundamental para garantizar la permanencia del esfuerzo. Pese a pequeños contratiempos se logró desarrollar acciones concretas durante varios años a favor de la libertad y la democratización en la isla. Los entonces líderes de la Unión Liberal, el Partido Demócrata Cristiano y la Coordinadora Social Demócrata, lograron realizar un trabajo compartido a nivel internacional que brindó frutos.

La Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada, surgió en Cuba y Manuel Cuesta Morúa podrá relatar sobre esta iniciativa en la cual él jugó un papel importante. Había una Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada del Exterior y en ambas se cumplieron en un inicio los dos puntos fundamentales: consensuar un documento mínimo de análisis y posiciones sobre la realidad cubana y desarrollar un plan de trabajo.  La Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada en el exterior, se mantuvo funcionando hasta que surgió el proyecto de lo que se materializaría como Consenso Cubano, dado que varios de los grupos más activos dentro de la MROM, participaron en la gestión inicial.

Consenso, a diferencia de la MROM, abría las puertas a la incorporación de un espectro más amplio de la oposición cubana, facilitado gracias a que sacerdotes cubanos de la Iglesia Católica ofrecieron un lugar neutral para las reuniones y sus oficios de mediadores. Con las experiencias ya adquiridas por algunos de los gestores en otras gestiones parecidas, desde un principio se trabajó en lograr un consenso sobre un documento fundacional (de principios, no unos estatutos) y la elaboración de un plan de trabajo compartido.

La implementación del proyecto de Consenso Cubano no fue fácil, en el mismo estábamos participando organizaciones, diametralmente opuestas, no solamente desde el punto ideológico, sino también desde el punto de partida estratégico. Nos tocó sentarnos a la mesa a dialogar con organizaciones que inclusive ante la palestra pública aparecíamos como enemigas. La STC estaba en contra del embargo y a favor del diálogo hasta con el propio Castro, la Fundación Nacional Cubano Americana estaba a favor del embargo y en contra de cualquier diálogo con funcionarios del régimen. Solo en la búsqueda de un consenso en la redacción de los Pilares Fundamentales, y por la mediación de sacerdotes cubanos en las reuniones y la celebración de las reuniones en lugares neutrales, se pudo adelantar el trabajo. Dejamos de vernos “como enemigos” y comenzamos a vernos como personas (o instituciones) con diferencias, pero con mucho terreno en común. Las diferencias se sobrellevaron y el terreno común ayudó a que lográramos el consenso que necesitábamos, donde algunos cedimos terreno y otros también: Para todos, lograr una visión de bien común se convirtió en lo importante.

Consenso sigue existiendo. Como pasa siempre, el número de organizaciones bajó por distintas razones: se apartaron del proyecto o sencillamente dejaron de existir.  Las principales organizaciones promotoras de este esfuerzo continúan activas en la organización. Los egos y los auto-protagonismos personales no han existido. Se han tenido épocas de muy poca actividad, aunque las reuniones mensuales se mantuvieron, solo impedidas en los últimos tiempos por el Covid-19. Recientemente se realizó una reunión de revaluación y de cambio en la coordinación de la concertación. Desde mi punto de vista personal, Consenso me sirvió de mucho, donde aprendí a ver adversarios que no eran mis enemigos y que tanto ellos como yo teníamos en común muchos principios y valores, donde las diferencias mayores se podían poner a un lado, hasta cuando valiera realmente el volver a sentarnos a discutirlas.

Las reuniones anteriores organizadas por la KAS antes de la reunión en la que la MUAD queda constituida fueron muy importantes. Especialmente pues se había presentado la coyuntura de los cambios en las leyes de inmigración de Cuba, permitiendo la libre salida y entrada de los opositores y activistas (hoy ya nuevamente controlada), lo que permitió el vernos y abrazarnos cara a cara, ya no era la voz por el auricular de un teléfono, era el ser humano de carne y hueso sentado al lado de uno. Estas primeras reuniones fueron de un gran valor, sin embargo, ya en la reunión constitutiva de la MUAD surgieron los problemas de celos, desconfianza, de egos personales, en fin de todos o casi todos los pecados humanos. Fue muy lamentable que después que se realizara una elección democrática, algunos representantes de organizaciones comenzaron a cuestionar y algunos a abandonar el proyecto.

La MUAD sobrevivió esta crisis inicial, se institucionalizó aprobando unos estatutos, y sus documentos fundacionales, periódicamente se han celebrado elecciones y los integrantes de la Secretaria Ejecutiva han sido renovados, sin que haya existido ningún tipo de problema. La crisis de la pandemia y las limitaciones del régimen a la salida de los activistas han impedido que nuevamente nos reunamos de forma personal, pero nos hemos estado reuniendo por vía de ZOOM. Se mantiene una página web, que al principio costó un poco de trabajo, lamentablemente a los activistas en la isla el acceso a la misma no les es fácil y el acceso también a la inclusión de materiales propios de ellos a la página tampoco ha resultado fácil, pero se está mejorando y se están buscando formas de superar el bloqueo comunicacional impuesto por el régimen.

El Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC), realmente es un proyecto que lo considero nuevo. Surge casi al mismo tiempo de la crisis del 11 de julio, su presidente José Daniel Ferrer, fue detenido y permanece preso, así como uno de sus vicepresidentes Félix Navarro. Se está tratando de institucionalizar. Los ayudamos en la redacción de unos estatutos y en algunas sugerencias a sus documentos. Los miembros fuera de Cuba se han mantenido muy activos, no solamente desde el punto publicitario y de denuncias, sino también asistiendo a reuniones importantes con figuras y entidades políticas y gubernamentales. En mi modesta opinión, todavía le falta un poco de camino que recorrer antes de poder hacer una evaluación más completa.

 

MHD: ¿En qué otros espacios de diálogo, consenso o cooperación entre la sociedad civil cubana has participado? 

 

SdC: Existió otro proyecto de “diálogo y consenso”, en el que participé activamente, que sin tener las características políticas de los anteriores mencionados, para mí es de una significación extraordinaria. Se trata del proyecto iniciado por la Dra. Marifeli Pérez-Stable, patrocinado por la Universidad Internacional de la Florida (FIU) en el 2001, y que durante tres años funcionó como el “Grupo de Trabajo Memoria Verdad y Justicia” y que en el 2003 dio a conocer el resultado del trabajo con la publicación de “Cuba, la Reconciliación Nacional”, un libro publicado por El Centro para América Latina y el Caribe de FIU, Este es el único esfuerzo serio que conocemos que se haya realizado sobre el tema, con la participación de cubanas y cubanos radicados en distintas partes del mundo, de distintas edades, de distintos momentos en el que salieron de Cuba, de distintas experiencias vivenciales, inclusive con la presencia de tres expresos políticos, acompañados por especialistas de distintos países que ya habían pasado por procesos de transición, de búsqueda de la verdad y rescate de la memoria. Quizás veinte años después el resultado del trabajo pueda y debe ser reevaluado ante los cambios internos y externos que han ocurrido y afectado la realidad cubana. Existió también otro esfuerzo a comienzo de los 2000, iniciado por el Centro Carter, que convocó a un grupo grande de organizaciones cubanas del exilio, representativas de un amplio arcoíris de todas las tendencias que existían en ese momento. Desde las más radicales de la derecha cubana a las más afines al propio régimen cubano, pasando por las de centro. En la práctica el Centro lo que quería era ofrecer un espacio, fuera de Miami, donde se pudiera dialogar sin temor sobre la problemática cubana, sirviendo ellos de moderadores en las conversaciones y en las discusiones. Algunos de los que participamos en esta primera reunión, pensamos que la idea era muy buena y en la práctica se sobrevivió en esa primera reunión sin que la sangre corriera. El propio Presidente Carter se hizo presente en la reunión y compartió las experiencias de su primer viaje a Cuba.

Lamentablemente a la salida de la reunión, en los viajes de regreso al aeropuerto para regresar a Miami, varios de los participantes, los más inclinados a la extrema derecha, dieron entonces sus señales de que desde un principio pensaban denunciar la reunión como una componenda para ayudar al régimen. Pocas semanas después se celebró una segunda reunión, en la que los que habían denunciado la primera no asistieron. En esta segunda reunión el Centro fue bien claro y nos planteó que ellos estaban dispuesto a seguir ofreciendo un lugar abierto y a ayudar en la moderación, pero que de ahora en adelante los que quisieran seguir participando tendrían que ser los que seleccionaran y propusieran la agenda de la reunión, además de sufragar todos los gastos de la reunión. Hasta aquí llegó el esfuerzo iniciado por el Centro Carter, muy pocos tratamos de darle continuidad pero la respuesta fue muy baja. Con posterioridad en años siguientes algunos cubanos, de los originales de la primera reunión, logramos celebrar pequeñas reuniones de intercambio en el Centro y compartir con el Presidente Carter de nuevo. Siempre he pensado que la idea original del Centro Carter fue buena y que fuimos los propios cubanos la que la echamos a perder.

 

MHD ¿Crees que se ha ido creciendo y madurando en las demandas y en las declaraciones realizadas por la sociedad o son las mismas que se repiten una y otra vez?

 

SdC: No puedo decir que se ha ido creciendo y madurando en las demandas y las declaraciones. Estas últimas siguen todavía encaminadas en la misma dirección, muy concentradas en las denuncias de los derechos humanos, la libertad de los presos políticos y en la desastrosa situación de la economía. Por el lado del exilio y quizás con un poco de eco, aunque no creo que sea mucho en el fondo, de organizaciones del interior del país, muchas declaraciones en relación con la política interna en los EE.UU.: criticar al Presidente Biden y celebrar al ex presidente Trump se ha convertido en una norma, agravado esto por un incremento exagerado de la intolerancia hacia el que piensa distinto. Con el daño que esto hace en la búsqueda de alternativas compartidas.

Quizás pudiéramos concluir que es lo mismo de lo mismo. Pero en el interior del país, vemos un reajuste en prioridades y en las visiones, aunque la situación de los derechos humanos y la libertad de los presos políticos sigue siendo la primera prioridad, otras han surgido abarcando nuevos panoramas, que desde mi punto de vista son muy buenos y oportunos. Los temas económicos, sociales y culturales, surgen ahora a la palestra como nunca antes. Los temas sobre las discriminaciones de todo tipo, la violencia contra las mujeres, la marginación de las personas identificadas con las tendencias LGBT, los cuentapropistas, los problemas en el campo de las artes, en fin toda una serie de temas que se han asumido y que han logrado aglutinar a más personas alrededor de los mismos, a diferencia desde mi limitada visión desde el exterior, que los ya algunos gastados temas políticos.

El Movimiento de San Isidro es un ejemplo de lo que estamos hablando, aunque no el único. El trabajo que hace por ejemplo Juan Antonio Madrazo y su gente en los barrios marginales logra llegar a más personas que un discurso político de barricada en una esquina céntrica de una ciudad. En todo este panorama que hemos compartido, no podemos dejar de mencionar que las “redes sociales”, fenómeno comunicacional que no existía apenas hace 8 o 10 años, han influenciado en el cambio de visiones y de comportamientos. Hoy un “influyente” de las redes es más seguido (y en algunos casos creíble para muchas personas) que un destacado y reconocido presentador de noticias o un editorialista de la prensa escrita.

Sin intención de crítica, sino como ejemplo de lo que estamos hablando, en la última oportunidad de la hija de Payá de tratar de entrar en Cuba, viajaba acompañada de un reconocido “influyente” de las redes sociales, que vive en Miami. La misma persona que fue atendida en persona por el entonces Presidente Trump. Creo que el cambio que he notado en declaraciones y campañas hacia los temas que más le interesan a la población en general y a grupos sociales determinados es una buena estrategia, que son los económicos, sociales y culturales. Es un buen paso y va en una mejor dirección.

 

MHD: Las movilizaciones del 11J fueron espontáneas y cada vez que algún grupo de la sociedad civil busca organizar una manifestación es impedido por el régimen, ¿crees que fue el efecto sorpresa el verdadero éxito de dichas movilizaciones o algún otro factor?

 

SdC: No podemos descartar que la sorpresa jugara un papel importante para que las manifestaciones del 11 de julio se pudieran dar. El que no fueran organizadas, sino espontáneas, fue el elemento clave para la sorpresa. Las propuestas para las del 15 de noviembre, fueron anunciadas a bombo y platillo, después canceladas y después re anunciadas de nuevo. Si bien es verdad que en las del 11 de julio, las motivaciones de los participantes eran diferentes, se dice que pedían libertad, pero por lo limitado que vimos, escuchamos y que después hemos comentado con participantes familiares nuestros, que el concepto de libertad no es el mismo para todos, unos pedían la libertad política, otros pedían la libertad económica, otros pedían la libertad  artística, para otros su libertad era la de poder convivir y disfrutar legalmente de todos los derechos, con una persona de su propio sexo. Nadie les marcó, al incorporarse a las marchas, con una tarjeta sobre el tema que estaban marchando. Para las intentadas marchas del 15 de noviembre las tarjetas entregadas eran concentradas en la denuncia y las exigencias de libertades políticas. Creo y quiera Dios que esté equivocado, que aunque el régimen solo hubiera controlado algunas de las marchas y haber permitido que otras se pudieran realizar, la asistencia a las misma no hubieran sido tan masivas como las del 11 de julio.

Para finalizar en este tema solo me queda por añadir que si bien las autoridades del régimen fueron sorprendidas, los grupos y los líderes de la oposición fueron sorprendidos también. Algunos, por suerte muy pocos, trataron después de capitalizar su presencia en las marchas, aunque esta incorporación a la misma había sido después que ya hubieran comenzado y estuvieran al terminar. Todos tenemos que aprender de lo que pasó el 11 de julio, y por supuesto con lo que pasó después con el intento del 15 de noviembre. Si algo sobresale a simple vista es que el discurso estrictamente político no es un motivador para las marchas. Después del 11 de julio, las protestas han continuado, pero enfocadas temáticamente y localizadas en áreas que son afectadas directamente, por ejemplo la falta de agua potable en una calle, la llegada del pan en mal estado al mercado, el impedir la realización de un concierto público de “Rap” en una calle .

Si alguna conclusión pudiéramos adelantar para el futuro, es la necesidad de revaluar el discurso de la oposición y los activistas, tanto en el exilio como en Cuba, donde en definitiva es más importante.