Para Niurka octubre del 2021 fue un mes de angustia. Desde el 21 de julio solo ha podido ver como se encima un dolor sobre otro más viejo. Su hermana Midalys, ha sido bastón pero no anestesia. Una tarde a mediados de octubre Midalys estalló en gritos en medio de una lenta cola para alcanzar pollo. La petición fiscal de su sobrina Yunaikis, hija segunda de Niurka, había bajado. 17 años.
Las personas en la cola alcanzan a entender de qué va la agitación. ¡No puede ser, Dios mío, no puede ser! Sin entender aún como se enteraron primero los usuarios de Facebook que los propios abogados del caso, corre unas cuadras hasta el caserío de la calle Arnao, número 13, entre Gonzalo y la céntrica Calzada de 10 de Octubre, donde Niurka hacía los quehaceres del hogar, y Caridad, su madre, estaba acostada en cama. Comunica la pesadilla.
Niurka grita al cielo, a ese Dios en quien profesa desde hace algunos años su fe. Llora sin un orden ni un indicio de fin. Su presión arterial se eleva peligrosamente. Caridad, la madre, se entera, y busca sus pastillas. Padece un trastorno ansioso depresivo para el cuál le recetaron desde hace muchos años alprazolam y otros ansiolíticos. Intenta la muerte. Los vecinos y familiares intervienen. Alguien toma a Jesley en brazos, última de los cuatro hijos de Niurka, que llora sin control por el alboroto. Desorden público, atentado, daños, y la polémica sedición, son las cuatro causas por las cuales Fiscalía Provincial ha solicitado 17 años de privación de libertad para la manifestante del 11 de Julio, Yunaikis de la Caridad Linares Rodríguez, de 24 años.
En ese octubre, Yunaikis acumulaba ya su tercer mes en prisión. De esos, la primera mitad la había pasado en 100 y Aldabó, y la mitad posterior en el Centro Penitenciario “Mujeres de Occidente”, popularmente conocido como El Guatao. En tres meses, Yunaikis había sufrido ataques de asma. También sus amigas, tras la negación del personal de salud de la prisión en atenderla, habían tenido que curarle rústicamente un inmenso grano que desde el pie le supuraba pus y le provocaba un dolor irresistible.
El 21 de julio de 2021, sobre las siete de la tarde, un oficial de la Seguridad del Estado se había presentado en la casa, preguntando por Yunaikis. Guevara, como se identificó luego aquel hombre vestido de civil, montó en una moto a la muchacha. Le dijo a la madre que en una hora la tendría de vuelta. La hora se extendió en demasía. La hora se convirtió en tres meses de prisión bajo la espera de una petición fiscal. La hora se ralentizó tanto como a 6 meses en espera de juicio. La hora se convirtió en una sentencia de 17 años de privación de libertad.
Jordan Manuel, el segundo hijo de Niurka, hermano siguiente de Yunaikis, me identifica en el parque del preuniversitario Carlos Pérez. ¿Ustedes son los que vienen a ver a mi mamá? Yo soy el hijo de Niurka.
Entramos al callejón y en un caserío a la izquierda varios niños retozan descalzos. En la tercera puerta, Niurka nos hace pasar. Enséñale el refrigerador, le ordena irónicamente la hermana, para que ellos vean como está el frío de una chiquita a la que ellos dicen que le paga la CIA. Niurka acomoda un pomo vacío donde hubo aceite para cocinar, con la alegre Jesley de un año en brazos. Yo no sé lo que es coger un pollo o una botella aceite en la tienda desde antes de mayo, vuelve Midalys a quejarse. Niurka solo asiente con la cabeza.
Nos prepara un café bien fuerte, y enciende manualmente un ventilador que no ha escatimado en acumular años y ofrecer ruidos quejumbrosos. La casa se llena. Varias madres de presos políticos nos quieren testimoniar. Otros vecinos pasan, y alguno hace estancia.
Mi fotógrafo desde afuera sonríe. Me están haciendo este gesto, nos dice, mientras esboza la ele con la mano izquierda. Si, si, añade Niurka, mi niño más chiquito, de dos años, sabe decir Patria, Vida y Libertad. Ese es el lema de todo el mundo aquí. La gente en la sala hace silencio para oír mis preguntas, pero Niurka tiene preconcebido el plan, y yo la dejo fluir.
Mi hija es de los 33 manifestantes de Toyo. A los que le hicieron el juicio en enero y les dieron sentencias ejemplarizantes. Para que sirviera de escarmiento para que el pueblo no salga más para la calle. De todos los que se manifestaron en Toyo, nada más cogieron 33, y mi hija es la única mujer junto a Daysi.
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El verdadero nombre de Niurka es Yurka Rodríguez García, y desde el 2014 vive en el solar número 13 de la calle Arnao, en el municipio Capitalino de 10 de Octubre. Nació en La Palma, un barrio aledaño al que ahora habita, hace 43 años. Desde sus primeros años de vida, recuerda cuanto se inundaba la casa producto de filtraciones por el pésimo estado constructivo. A Caridad, su madre, la veía quejarse constantemente a las autoridades del Poder Popular y del PCC, sin lograr arrancar una respuesta de algún tipo. Con el paso de los años y los ciclones, la vieja casa se fue deteriorando, a medida que las hijas, Midalys y Niurka, salían embarazadas y traían a casa a sus primerizos.
Las autoridades del Gobierno comenzaron a otorgar viviendas. Dieron al menos tres, recuerda ahora Niurka, pero empezaron a montar un circo como si nos hubieran dado casas a todas. Nosotros salíamos en una lista en Vivienda Municipal como que ya nos habían dado casa, añade, lo reclamamos muchas veces y no dijeron nada.
En el 2008 Caridad, con sus hijas y nietos, entraron por sus medios a una casa abandonada en la Calzada de 10 de Octubre, práctica que realizan comúnmente las madres cubanas en situaciones como estas. La policía intervino. Detuvieron a Midalys e intentaron procesarla. Desestimaron luego el caso y llevaron a la familia completa para un albergue cercano al lugar, el Albergue Las Delicias. Allí deberían esperar a que las instituciones encargadas tramitaran la entrega de una vivienda. En los albergues, a las familias el gobierno les da la bienvenida con la promesa de que la estancia durará días, semanas. Más tardar, meses. Pero la realidad por lo general es otra. Cinco años debieron pasar para trasladar a la familia de Caridad a una nueva casa.
Todo esto aquí es poliespuma, nos dice Niurka señalando partes considerables de sus paredes pintadas de azul claro. Y aquello de allá son filtraciones. Esto no aguanta un ciclón. Yo no tengo dinero para echar una placa y por eso ves todo esto así, se lamenta.
Cuando Yunaikis terminó sus estudios de técnica en elaboración de alimentos, en el Instituto René Ramos Latour, fue a realizar sus dos años de servicio social al Restaurante El Pedregal. Abandonó el puesto de trabajo durante el primer año, pues un escándalo de malversación obligó a cerrar el local. Luego de esto, matriculó en diversos cursos de Comercio y Gastronomía.
Para pasar el curso de Comercio y Gastronomía de la escuela de Eusebio Leal, tuvo que vender su línea telefónica en 20 CUC, que eran 500 pesos cubanos cuando aquello, nos cuenta su tía Midalys. En esa escuela la estafaron. Las clases de inglés la daban en el parque, y ella cogió setenta y pico de puntos en una prueba, y aquí todo el mundo sabe que el suspenso es por debajo de sesenta. La botaron.
El curso en la Federación, de Comercio y Gastronomía, se lo pagué yo, continúa su tía. Ciento ochenta pesos. Nunca la llamaron pa’ ningún curso y se quedaron con el dinero.
Yunaikis creía que algún tipo de mala suerte la rondaba. Algo no la dejaba avanzar en la vida. Por estas y otras razones llegó a las religiones afrocubanas, al pie de Orunmila. Este orisha de la adivinación, determinó que el santo que regía la vida de Yunaikis era Ochosi, Dios de la caza y la justicia, Dios yoruba de las prisiones.
Mi hija es una mujer muy fuerte, nos narra Niurka. Cuando tenía 15 añitos un loco de la calle se le acercó e intentó manosearla. Intentó violarla. Ella se defendió como si fuese un hombre. El tipo no pudo hacerle nada. Yo sé que ella es fuerte, que aunque allá adentro la esté pasando mal, ella es fuerte.
De lo único que Yunaikis se arrepintió con respecto al 11 de julio, fue de haberse encaramado en una de las patrullas que el pueblo volcó en la conocida esquina de Toyo. Pero de salir a manifestarse, jamás.
El 11 de Julio a las 2 de la tarde Yunaikis estaba junto a toda su familia viendo el televisor, pero el bullicio en la calle las movilizó. Yunaikis salió con la turba que venía arrollando desde el poblado cercano de Santa Amalia. Regresó a las 7 de la noche descalza con una herida abierta en la espalda producto del impacto de una piedra. Mami, nos echaron los perros. Mami, hubo tiros y todo, fueron las palabras de la manifestante.
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Durante los diez días siguientes al 11 de Julio Yunaikis no concilió el sueño de forma eficaz. Y desde que empezara a enterarse de los arrestos de amigos y vecinos cercanos, el sueño fue aún más difícil de conseguir. Su madre curó sus heridas en casa. Llevarla a un hospital levantaría sospechas.
El 21 de julio la montaron en una motocicleta y durante dos días Niurka desesperada recorrió las unidades cercanas sin lograr información sobre el paradero de su hija. Comenzó a proferir amenazas de llevar su caso a instancias superiores, y el mismo agente Guevara le dio parte. El 29 de Julio pudo verla por primera vez luego del arresto.
Esta nerviosa, hacía un tic nervioso con las manos, narra Niurka. Una semana después se enteraría de que su desesperada hija había intentado estrangularse con las sábanas. Prefería morir de pie, que vivir de rodillas, cuenta la madre sobre las razones que le expuso Yunaikis. No sería la primera vez que su hija mostraría tal fortaleza. Quizás la había heredado de su propia madre.
En octubre madre e hija conocieron la petición fiscal, pero el juicio no fue efectuado hasta finales de enero. Desde el día 31, primer día de juicio, las madres de Yunaikis, Duannis Dubiel, y otros manifestantes de las protestas en Toyo, junto a activistas como Daniela Rojo, Camila Rodríguez, Tata Poet y algunos otros, tomaron las inmediaciones del Tribunal de 10 de octubre, para apoyar, aun en la distancia, a estos, sus héroes. El acompañamiento pacífico se tornó en una manifestación orgánica y conmovedora. Las madres siendo empujadas y golpeadas por la policía, pedían a gritos libertad. Hubo varios arrestos. Niurka, al igual que muchas de estas madres, hasta la fecha no han dejado de ser acosadas, sitiadas, llamadas a interrogatorios y amenazadas por la Seguridad del Estado. El primero de mayo acompañaron a Niurka, con una patrulla, hasta el policlínico, donde le esperaba su doctora para una consulta.
La sentencia injusta e inamovible de 14 años de privación de libertad le fue dada a conocer a Yunaikis y a sus familiares el 16 de marzo. “Solo le pido a Dios que un día sientan este mismo dolor de madre y esta rabia que yo siento. Abusadores de mierda.” posteó desde su perfil en Facebook la atormentada Niurka. Su hija, desde prisión, se había plantado en huelga de hambre por la torcida condena, hecho que le aseguró una celda de castigo durante varios días.
El primero de abril le requisaron sus pertenencias y encontraron varias cartas y un diario. Yunaikis narraba en él todo lo sucedido con ella y varias presas políticas desde el 11 de Julio hasta la fecha. Le amenazaron con celda de castigo. Te voy a cortar una oreja, le prometió un oficial a la manifestante, para que mintiera diciendo que había sido pagada por los EE.UU para salir a protestar en el julio aquel. Yo me corto la otra oreja entonces, le respondió la muchacha de 24 años. Tu hija ha sido más fuerte que muchos hombres, le dice un oficial de la Seguridad a Niurka, el mismo oficial que está encargado de otorgar permiso de visitas. El mismo que nunca ha dejado que la tía Midalys vaya a visitar a su sobrina al Centro Penitenciario Mujeres de Occidente.
De los 17 años de privación de libertad que inicialmente le pedían a Yunaikis de la Caridad Linares Rodríguez, el 16 de marzo le fueron sentenciados 14. El pasado 27 de mayo se realizó el juicio de apelación/casación, donde las sentencias de ella, y de más de 20 manifestantes de Toyo, fueron ratificadas por ejemplarizantes.
Niurka es una mujer fuerte. Se medica con ansiolíticos y con las palabras de su hija. Guarda en una gaveta la colorida postal que recibiera de ella el pasado 27 de enero, por su cumpleaños número 43. “En este día quiero decirte que aunque no pueda estar a tu lado, te deseo lo mejor del mundo, porque dios no me pudo dar mejor regalo en esta vida que tener una madre tan buena como tú”
Niurka me responde cada pregunta con firmeza, sabiendo que puede sumarse en el obrar de la libertad de su hija. Con esa misma firmeza, posteó en sus redes, tras conocer el fallo de la fiscalía: “No me cansaré. Es mi hija y por ella mato. Ella no está sola”