“Es preferible vivir en una celda inhabitable, enfrentando torturas, que con los pensamientos encadenados por la injusticia”
Carta de Duannis Dabel a su madre Yenisey, 25 de junio de 2022. Combinado del Este. La Habana
El 16 de julio Yenisey Taboada hace su primera denuncia en las redes sociales. Informa sobre el arresto violento que ha sufrido su hijo. A Duannis Dabel se le está cumpliendo la profecía que le marcó su ángel de la guarda hace 7 años cuando le entregara su cabeza para coronar ocha. Iría preso en su juventud.
Al día siguiente Yenisey sale desesperada y peina, desde el oeste de la ciudad al centro, todas las estaciones policiales de Arroyo y 10 de Octubre. Después de tanta búsqueda irresuelta, llegan a la estación de policía de Acosta, y allí ven como trasladan a los detenidos en unas camionetas oscuras. Yenisey y su hija Melanie, de 18 años, toman como única salida, tras la negativa de todas las autoridades a darle información sobre el paradero de Duannis, gritar su nombre a toda voz. Si estaba siendo guiado en estos carros, quizás podía responder a su madre y hermana.
Un detenido que había sido liberado ve el desespero de estas mujeres y les recuerda que compartió celda con su hijo. Ser barbero y un muchacho sociable salvaron a Duannis de pasar inadvertido. El ex-detenido ofrece una información que ni Yenisey ni Melanie querían oír. Duannis había sido ferozmente golpeado.
Melanie no supera la imagen del rostro ensangrentado y partido de su hermanito mayor. Se descompone. Yenisey, también desecha, intenta controlarla. Los policías no intervienen ni regañan, a pesar de que la joven de 18 años ha pasado de llorar en total angustia a gritar consignas antigubernamentales. Yenisey tiene miedo que se la lleven también. La sujeta, la arrastra del lugar. Al menos ya sabe, según la información de este desconocido, que a su hijo lo han trasladado para 100 y Aldabó.
Veintiún días consecutivos está Yenisey asistiendo a la estación hasta que logra ver a su hijo. El Teniente Coronel Capote de la Seguridad del Estado le informa que Duannis está acusado de Propagación de Epidemias y Desorden Público. Intenta engañosamente minimizar la preocupación de esta madre. Yenisey le pide que al menos le dejen llamar a casa el 19 de agosto. Estará cumpliendo sus 23 años.
Capote, quien casualmente fue el jefe primero de esta operación contra los manifestantes de Toyo, le promete que, así sea desde su celular personal, Duannis ese jueves por su cumpleaños llamará a casa.
Ese es el primero de los días más tristes que le estaban por venir a Yeni. Sería el primer cumpleaños en el que no le dará un abrazo ni un beso. En 100 y Aldabó, con un cinismo que Duannis no ha logrado describir ni olvidar, los guardias le cantan la celebración al muchacho.
Uno de los últimos días de agosto es el señalado para trasladar a Duannis a la Prisión de Vallegrande, pero si no es por su vecino y también manifestante Elier Padrón, que lo ve llegar y en una llamada avisa a sus familiares para que lo hagan saber a Yenisey, no pudiéramos predecir cuando la madre lo hubiese sabido. En Vallegrande Duannis recibe visitas cada 15 días durante dos meses. Se convierte en barbero de presos y policías. Hasta el fatídico día 27 de octubre.
Ese día, en medio de una cola para comprar pollo en la calle Perla, el abogado de Yenisey le escribe por WhatsApp. Trasladan a su hijo para el Combinado del Este, y Fiscalía Provincial está solicitando para él 21 largos años de privación de libertad.
La gente de la cola y los transeúntes de la zona se acercan a la madre, otros, que de lejos observan, se preguntan qué dolor tan grande le debe haber caído a esta señora para que llore y gima sin consuelo, para que mire al cielo y busque respuesta, para que parezca que va a morir en esa misma cola.
Su único y pequeño varón, aquel niño que a los 13 años, cuando ella no tenía dinero para comprarle zapatos, decidiera empezar a pelar para prescindir de los cinco pesos diarios para la merienda y aportarle también algún otro dinero a su mami, estaría encerrado durante las próximas dos décadas. Cuando salga tendría más edad que Yenisey en este punto.
Unas horas después, al teléfono, Duannis intenta en vano ser fuerte. Fragmenta las noticias cuidando los nervios de la madre. “Papi ya lo sé todo” Duannis, el enérgico pero sensible Duannis, discierne el desconsuelo en la fallida actuación de su madre, y desde los teléfonos públicos del Combinado del Este, suma también su desconsuelo al de ella, su llanto al de ella, su oscuridad a la de ella.
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Duannis Dabel León Taboada soñaba de niño con tener una finca autosustentable, y que fuera a su vez refugio para animales callejeros. Quizás ese sueño le floreció mientras visitaba la Finca Las Pinedas. Yeni primero se asustó cuando vio al niño venir con cebollinos y tamarindos maduros. Pero Duannis era incapaz de robar. El dueño de la finca se los había donado como recompensa a las horas que había estado junto a él desgajando los canteros. En el mismo portal de la casa, con el permiso de la madre, el pequeñito Duannis vendió sus primeros aguacates y mazos de cebollinos. Le daba el dinero a su mami.
Esta actitud no le abandonó ni en 8vo grado cuando empezó a pelar ni en el 2do año en el Instituto Tecnológico René Ramos Latour. A pesar de estar estudiando Meteorología, Normalización y Control de la Calidad, su afán por las artes plásticas le llevaron a consumir en esto sus horas libres. Invirtió, de sus propios ingresos como barbero -ya que la situación económica de la familia era bastante precaria- en lienzos, pinturas y un caballete. Hizo un retrato de Bolívar que puso a su escuela en alto y que quisieron llevárselo al mismísimo Hugo Chávez. Le regalaron por su trayectoria un pomposo almuerzo con el Historiador de La Habana y otras personalidades políticas y culturales cubanas.
Las palabras claves de Duannis eran emprender y enfocarse. Por eso decidió anular todo gasto de dinero, reunir sus ingresos, y vender toda la ropa y los diez pares de zapatos que tenía para poder consagrarse a Changó. Nadie sabe a ciencia cierta, en medio de una familia religiosa, con qué especie de suerte del más allá ha sido bendecido este muchacho; este muchacho que de niño tenía la habilidad de predecir eventos futuros precisos, y dejarse caer en trance para que los espíritus lo poseyeran y dieran mensajes de salvación y guía a todos a su alrededor.
El Obbá que dirigió la ceremonia del santo, al fijarse en los signos que el diloggún dio para Duannis, profirió que, en vez de a un muchacho de 17 años, parecía que estaba consagrando a un hombre adulto, maduro y responsable. En medio de los siete días que dura asentar el santo, Duannis dio sugerencias de números a los santeros presentes, quienes le sacaron muy buen partido en la lotería. A su padre le regaló especialmente una pareja de números, el conocido y añorado parlé. Al otro día de Eraldis apostar por ellos, pudo reunir una suma considerable para coronar Ochún; estamos hablando de cerca de mil dólares, anteriormente CUC.
Duannis no conocía más límites que los que él mismo se pudiera imponer. Con 17 años y hasta pasados los 21, decía que no quería abandonar Cuba, que este era “el mejor país para los negocios”. Aquel barbero que empezó gateando promisoriamente en la cabeza de su bodeguero, pasó a tener sus propios locales, y a tener clientes inamovibles que ya no solo cortes, sino tintes y tratamientos para el pelo, venían hasta Víbora Park, La Güinera o donde estuviera el nuevo local, a hacerse con él. Tuvo su propia motocicleta eléctrica, pero Yeni le pidió luego que la vendiera, evitando que incumpliera su itá malé
La situación económica en la isla se fue tornando más difícil aún para los pequeños emprendedores. La apertura de tiendas en moneda libremente convertible, la redistribución a estas de casi todos los productos antes ubicados en tiendas en pesos cubanos, y posteriormente la sacudida económica a razón de la pandemia, trastocó la manera de pensar del joven Duannis.
“Es que ni siquiera en el 2030 en este país voy a lograr tener un carro”, le decía a la madre. Para este niño que aprendió a deshacerse de la pobreza a golpe de constancia, los techos de Cuba le empezaron a chocar en la cabeza. Decidió, en contra de su voluntad, que si quería de veras prosperar y no tener que ver a su madre desgastándose como pantrista por un salario mínimo, debía optar por el exilio.
Por segunda vez en su vida empezó a vender todas sus pertenencias, mientras doblaba horas en su local de barbería de La Güinera. Para hacer más dinero determinó vender productos de queratina, para lo cual había obtenido su licencia. A través de las redes sociales, un comprador le hizo un buen encargo. Era la policía. Lo detuvieron al instante y se lo llevaron para la estación policial ubicada en El Capri. Allí durmió esa noche.
Vio pasar frente a sus ojos todas las absurdas limitantes para los emprendedores cubanos por parte de las autoridades. “¿Cómo obtuviste el producto?”, insistían, “si nos dices quién te las vendió te vas libre pa tu casa”. Duannis no sucumbió y echó la pelea, pero otra vez el absurdo, otra vez los techos sobre la cabeza. De dos mil pesos fue la multa, y obtuvo además el decomiso de más de 80 pomos de queratina, cotizados en 20 dólares aproximadamente cada uno.
A pesar de estas golpizas, el 11 de julio de 2021 Duannis Dabel no había postergado mucho su meta de salir del país. Estaba tramitando un viaje para Nicaragua. Aunque se quedaba a dormir algún que otro día con la madre en Centro Habana, decidió ese día salir al Bar D Lázaro, ubicado en La Güinera, a tomarse algunas cervezas. Allí vio pasar una turba de pueblo, reclamando libertad con pasos lentos y gritos acompasados. Se ultimó la cerveza, regresó a casa, y se incorporó a ellos en el Café Colón.
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“Mi cuerpo está encarcelado pero mi alma enérgica es libre en mi pensar”
Carta de Duannis a su madre, 9 de junio de 2022
“Empezó una guerra y yo quiero avisarles”, fue el pensamiento que llevó a la afligida Yenisey Taboada a los pasillos de la Fiscalía General, el lunes 1ro de noviembre de 2021. El pasado 27 de octubre, en una llamada telefónica Duannis había imperado a la madre: “¡Mami, denuncia todo!” Cuando los funcionarios destacan en la sala la presencia de varias madres de manifestantes presos, hacen murumacas para aligerar los aires. Luego siguen con sus mal acogidas peripecias para explicarles a estas el delito de sedición impuesto a sus hijos.
El miércoles 3 a una oficial del Combinado del Este, la que registra a los familiares antes de entrar a las visitas, no le ha gustado la blusa gris de Taboada. Le impide entrar. Es la primera vez que a golpe de gritos de Patria y Vida, Yenisey consigue su acometido. Una oficial de mayor rango convence a la enfurecida madre y ridiculiza el extremismo aquel. Yenisey abraza por primera vez luego de mucho tiempo a su hijo, quien ahora también viste de gris, y forma parte en la cárcel de los muchachos Operación Dignidad, abucheados por guardias y presos comunes como Los TP, los tirapiedras.
A partir de ese entonces Yenisey empieza a sentir en carne propia el asedio de la Seguridad del Estado mediante citaciones, amenazas, coacciones y vigilancia policial domiciliaria. Casualmente el 15 de noviembre, día fijado por Yunior García y la Plataforma virtual Archipiélago para una marcha pacífica por la liberación de los presos políticos, Yenisey tenía una citación para Fiscalía, en donde ralentizaron todo el proceso de tal manera que la tuvieron allí más de 8 horas allí.
El 31 de enero, en el Tribunal Provincial de 10 de Octubre, comienza el juicio a los manifestantes de la esquina de Toyo, entre estos, Duannis. Los familiares tienen que acalorarse pues la orden era juicio a puertas cerradas; querían que los acompañantes lo vieran todo desde un televisor. Además de los familiares, en las afueras se han congregado Camila Rodríguez, Carolina Barrero, Daniela Rojo y otros activistas de La Habana, para reclamar la libertad de estos muchachos. El último de los cinco días culmina con una ola de arrestos violentos a familiares y activistas, incluyendo menores de edad y personas mayores de sesenta. La propia abuela de Duannis, además de la impetuosa hermana Melanie, son detenidas por la fuerza.
El 16 de marzo el Tribunal le resta solo dos años a la condena de Duannis. La madre no descansa por esto. No lo hará hasta que su hijo sea libre. “Todo el tiempo me tuvieron engañada, me decían que no iban a echarle esos años, para que me estuviera tranquila en las redes sociales”. Pero Duannis fue claro y firme y ella estuvo a la altura. “Mami esta gente son lo peor, denúncialo todo”
Para el 27 de mayo quedan pocas esperanzas, y mucha fuerza. En el juicio de casación de los 33 de Toyo, la defensa de varios abogados es inmejorable. Las palabras de la parte acusatoria y de los jueces es una afrenta. Quieren presentarlos al país con esas condenas amplísimas para que jamás ose alguien tomar nuevamente las calles. Dejan hablar a los condenados y Duannis, que inicialmente pensaba no hacerlo, por lo manipulado que fue el proceso, se siente motivado con las palabras de Yunaikys, una jovencita condenada también a más de quince años.
Pero el juez intenta ridiculizarlo y él va perdiendo la calma. El va perdiendo la nobleza como no la perdió cuando fuera torturado en 100 y Aldabó para identificar manifestantes en los videos que le mostraban, como tampoco la perdió cuando les dieran un vaso de agua para ocho y lo levantaran en la madrugada para que admitiera que el gobierno norteamericano le había pagado para salir el once a protestar. Pierde la ternura porque ya los presos del Combinado los tratan como a héroes, pues tuvieron el valor de hacer más por Cuba y sus familias que lo que ninguna generación después de los 60`s ha hecho.
El juez manda a callar a Duannis porque considera que no tiene nada más que decir. Duannis sigue pidiendo inútilmente la palabra y el juez le desprecia arrogantemente. Dice Bárbara Farrat que a Duannis se le apoderó Antonio Maceo. Yo no lo hubiese dicho mejor.
“Si no me vas a dejar hablar entonces esto es lo que tengo para ti”, toma aire Duannis y suelta como quien deja ir todos sus miedos, “¡Abajo la dictadura! ¡Abajo el gobierno de Miguel Díaz Canel! ¡Abajo todos ustedes que son unos corruptos! ¡Patria! ¡Y Vida!”.
La sala del Tribunal de 10 de octubre, el honor de los presos del 11J, Yenisey Taboada, la familia toda y el mismo Duannis, nunca más serían los mismos.
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Duannis llegó a la esquina de Toyo después de esquivar los gases que lanzara la policía en el Café Colón. La Calzada de 10 de Octubre había sido barrida de oeste a este por los manifestantes, y ahora les tocaba usar los botes de basura para esquivar piedras y también balas. Las tropas especiales de las Fuerzas Armadas, bajo la orden del presidente, llegaron tempranamente al lugar, para abalanzarse sobre los allí presentes. Hasta camiones de bomberos asistieron a socavar aquel incendio social. Duannis jamás había vivido cosa igual, y temió que cuando se lo contara a su madre no le creyera.
En Centro Habana Yenisey dejó a su hija más pequeña en casa y salió con su madre a la tienda de Carlos III; ahí estaban cuando comenzaron a aglutinarse cientos de manifestantes. Con ellos, se dirigieron por toda la calle Reina hasta llegar al Palacio Central de Computación. Allí Yenisey vio bajarse decenas de paramilitares vestidos de negro de inmensos y numerosos camiones. Ya venían con piedras y palos en sus manos.
Mientras regresaba a casa, por haberse tornado tan violento todo aquello, se preguntaba por su hijo Duannis. No supo de él hasta las 7 de la noche, cuando lo vio entrar desgajado y con heridas sangrantes y considerables. Al otro día su hija Melanie le enseñó un video en Facebook que contenía imágenes de lo sucedido en Toyo. Desde una azotea, un hombre grita a cuatro policías: ¡Chico, no tiren más que van a matar a la gente! Yenisey reconoce en el video a su hijo, pasando sin protección ni cordura por delante del tiroteo. Ahí logró creerle.
Decidió insertarle amitriptilina y otros calmantes en la comida, pues Duannis, alterado, solo se asomaba al balcón y miraba la calle con deseo. “Tienen que ser más”, le decía la madre. “Mami, todos están en las casas pensando igual. Más somos tú y yo”.
Yenisey olía a su hijo recién bañado y le sentía mal olor. “Sí mamá, ese es el muerto que lo tengo pegado. Me está diciendo que me prepare que voy a ir preso”
El 16 en la mañana la novia fue a la casa de Centro Habana a verlo luego de la pausa y la incomunicación. Yenisey salió a hacer mandados y Duannis salió a encontrarse con su suerte. Horas más tarde despidió a su novia en la reja que da para la Calzada de 10 de octubre, y fue a casa de un amigo. Saliendo de allí vio acercársele a toda velocidad dos carros patrulleros.
Ocho hombres, entre policías uniformados y oficiales vestidos de civil no tomaron a bien que Duannis se hubiese lanzado a correr. Nuevamente las piedras. Los vecinos se asomaron a verlo todo. Una piedra grande alcanzó en su espalda y lo tiró al suelo. “Ayúdenme”, grita Duannis. Los oficiales se ensañaron con el rebelde, y en el calor del verano hicieron de su cuerpo un saco del cual tirar. “¡Pueblo, ayúdenme. No permitan que me hagan esto!”
Los vecinos observaron y algunos grabaron. Un conocido de la familia prefirió advertir a la madre. A Duannis lo tiraron adentro del carro patrullero, y su cara, su cuerpo y sus extremidades estuvieron siendo golpeadas durante todo el trayecto hasta la celda de la estación de Acosta. Sus convicciones siguieron firmes hasta el día de hoy, solo que su corazón no cicatrizó jamás la herida que le hiciera la gente al dejarlo solo.
(Al pueblo de Cuba)
“Por favor, no nos dejen solos. Ustedes son la esperanza”
Carta de Duannis Dabel a su madre, 9 de junio de 2022. Combinado del Este. La Habana.